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Tegucigalpa, 18 may (AHN) El papa León XIV recibió hoy, durante la misa de entronización en la plaza San Pedro del Vaticano, el palio junto al anillo piscatorio, y pronunció una homilía para empezar formalmente su pontificado de amor y unidad.
La ceremonia religiosa contó con la presencia de 156 delegaciones extranjeras, de numerosos jefes de Estado y Gobierno y la asistencia de más de 250,000 personas, presentes desde muy temprano en el lugar, a quienes el nuevo pontífice saludó con un recorrido en el papamóvil entre la multitud.
Antes de la celebración eucarística, el papa se trasladó, junto a los patriarcas de las iglesias orientales, a la tumba de San Pedro ubicada bajo la Basílica Vaticana, donde se detuvo en oración.
Al final de la proclamación del Evangelio, tres cardenales del mismo número de órdenes de diáconos, presbíteros y obispos, así como de diferentes continentes, se acercaron a León XIV para la realización de los ritos de iniciación como nuevo papa.
El cardenal italiano Mario Zenari le impuso al sumo pontífice Robert Prevost el palio, el arzobispo congoleño Fridolin Besungu pronunció la oración y el eclesiástico filipino Luis Tagle le colocó el anillo del Pescador; símbolos que reconocen al Santo Padre de la Iglesia católica.

En la homilía pronunciada durante la misa, León XIV recordó al papa Francisco, cuya muerte el pasado 21 de abril “llenó de tristeza nuestros corazones”, y señaló que en el cónclave los cardenales enfrentaron la difícil tarea de elegir a su sucesor.
Se trataba de encontrar “un pastor capaz de custodiar el rico patrimonio de la fe cristiana y, al mismo tiempo, de mirar más allá, para afrontar los interrogantes, las preocupaciones y los desafíos del hoy”, dijo, tras expresar que “he sido elegido sin ningún mérito y, con temor y temblor”, reafirmó que “vengo a vosotros como un hermano”.
El papa León XIV destacó el amor y la unidad como las dos dimensiones fundamentales de su pontificado.
“En nuestro tiempo, todavía vemos demasiada discordia, demasiadas heridas causadas por el odio, la violencia, los prejuicios, el miedo a lo diferente y un paradigma económico que explota los recursos de la Tierra y margina a los más pobres”, aseveró.
En tal sentido, puntualizó que “quisiera que fuera nuestro primer gran deseo una Iglesia unida, signo de unidad y de comunión, que se convierta en fermento de un mundo reconciliado”.
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