Elaborado por: Daniel Alberto Madriz
“En honor a la fotoperiodista palestina Fátima Hassouna, de 26 años, asesinada junto a diez miembros de su familia; y a los más de 234 periodistas y fotógrafos palestinos que han sido blanco mortal del sionismo”.
15 jun (AHN) Un grito lejano se escuchó alrededor de las ruinas, y sólo el eco repetía una y otra vez la última palabra. La voz que ofrecía ayuda, se apagaba por momentos sonando tormentosa, angustiada, desesperada, sin que nadie apareciera.
El alarido que se ahogaba en la garganta del rescatista, huía como un viento fluido sin destino, sin receptor, pero de súbito el hombre de la bata blanca, desafiando la muerte grito con toda sus fuerzas nuevamente: ¿Hay alguién ahí? ¿alguién vive? Sólo se oyó un silencio susurrante alejándose al infinito, sólo se veía danzar la arena y el polvo negruzco producido por el fuego, sólo un torbellino se levantaba del suelo alborotado por la caída de las bombas.
Sólo se escuchaban silbidos del viento corriendo al Mediterráneo, sólo quedaba la nada, dónde existió un edificio, sólo quedada la ausencia, el vacío extraviado entre las columnas caídas de las edificaciones bombardeadas. Sólo se podía testificar un sin número de escombros, muros derruidos, vigas desnudas, viviendas destrozadas, paredes abatidas, hierros doblados de cabeza.
Sólo se visualizaba una escena inhumana, dantesca, un mundo al revés, irreal, inenarrable, repitiéndose la historia de otra población borrada del mapa por un odio semejante al nazismo y al fascismo, como desaparecieron en el pasado Lídice y Gernica. El paramédico incansable y buscador de sobrevivientes, con escalofriante mirada, encuentra a lo lejos unas niñas y niños inertes, entre piedras, juguetes, ropas deshecha, y cuando revisa con esperanza sus cuerpecitos queda impactado, todavía conservaban la piel tibia, pero carentes de signos vitales.
Más allá divisa un cuerpo juvenil con los ojos idos al sueño eterno, y una cámara fotográfica maltrecha entre sus pequeños dedos, envuelta con la kufiya de la resistencia Palestina. El médico rescatista, agotado y afónico de tanto gritar en vano, ya sin voz no pudo más, se desplomó sobre una gran roca de cemento y hierros retorcidos, como testigo silente del último bombardeo lanzado con despiadada saña, sobre los humanos de la Franja de Gaza.
Ya no tenía lágrimas, después de un año y siete meses de correr esquivando la muerte disfrazada de explosivos metálicos, que caen del cielo como meteoritos bélicos de fósforo blanco, que desgarran la piel y derriten los huesos de sus víctimas. Sí, los misiles destructivos que aniquilan gazatíes, son construidos en Inglaterra, Francia, Holanda, Alemania, Italia y otros países de la deshumanizada Europa, para finalmente ser arrojados desde aviones de guerra de origen norteamericano, sobre civiles inocentes.
Como rayos bélicos, son dirigidos con precisión causando un estruendoso ruido al caer que revientan los tímpanos, a la vez que la mortífera acción cumple su exterminadora tarea, desapareciendo en segundos personas desarmadas, devastar y aniquilar a mujeres, niñas, niños y ancianos, porque su misión letal es asesinar la prolongación de la vida infante en Palestina, y las madres procreadoras de la dignidad de un pueblo que se niega a irse de su territorio histórico y borrar su cultura milenaria.
Entre bombardeo y bombardeo, van quedado un sin número de asesinados esparcidos en escombros, los misiles no han parado de caer durante meses, mientras el médico recuperándo el ánimo y apartando el polvo arenoso de su cara, ojos y boca, ahora brama desde el fondo de sus entrañas: ¡Hay que parar el holocausto, detener al asesino, apresar al genocida, y encarcelar al sionista mayor, oculto en Israel y protegido por los EE.UU. cómplice de las masacres.
¡Mundo, Planeta, Continentes, Ciudades, Pueblos y humanos de la Tierra! Si se unen pararán el horrendo y criminal genocidio contra un pueblo heroico y martirizado que demanda Paz.
Palestina, Palestina, Palestina, grita el eco. ¿Nadie escucha?
La opinión del autor no necesariamente responde a la línea editorial de la Agencia Hondureña de Noticias.
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