Consejero hondureño denuncia agudización de violencia por negativa del bipartidismo a revisar urnas
Elaborado por: Adrienne Pine — PhD en Antropología, activista y analista política estadounidense —
Tegucigalpa, 29 nov (AHN) La sorpresiva mención de un posible indulto de Donald Trump a Juan Orlando Hernández anoche, junto con su orden a inicios de esta semana de que los hondureños voten por Asfura, ha injerido con la injerencia cuidadosamente planificada que ya estaba en marcha en Washington.
Mientras Trump prefiere el enfoque brusco que le funcionó para mantener a su amigo Milei en el poder en las recientes elecciones argentinas, otros actores de Washington han mantenido desde hace mucho tiempo un enfoque distinto para promover cambios de régimen: una estrategia de mensajes coordinados entre políticos y organizaciones de todo el espectro político para dar la apariencia de una preocupación compartida, supuestamente neutral, basada en los derechos humanos y la democracia.
En un artículo publicado el 13 de noviembre de 2025 y en una carta posterior del 19 de noviembre en la que se pedía al Gobierno de Estados Unidos que «ayudara a garantizar la integridad de las elecciones de 2025 en Honduras», la ONG Washington Office on Latin America (WOLA) presenta un supuesto cuadro neutral de caos electoral en Honduras.
Lo hace repitiendo —sin verificar su veracidad— las acusaciones de los tres principales partidos sobre corrupción y manipulación por parte de sus oponentes, usándolas como justificación para pedir una mayor intervención estadounidense en las elecciones. Su redacción es precisa y cuidadosa: el diablo está en los detalles. Sin definir ni cuestionar términos aparentemente inocuos como “sociedad civil” (es decir, oposición financiada por Estados Unidos) o conceptos absurdos como el “compromiso estadounidense con la integridad democrática hemisférica”, escriben:
“Respetuosamente instamos a Estados Unidos a reafirmar su compromiso con la integridad democrática en todo el hemisferio, participando constructivamente con las autoridades nacionales hondureñas, líderes políticos y sociedad civil para proteger la transparencia y legitimidad de las próximas elecciones”.
Afirmando un supuesto interés en evitar el «fraude», WOLA y sus aliados ignoran el hecho fundamental de que la única forma posible de alterar los resultados —basados en datos confiables de encuestas (excluyendo aquellas completamente inverosímiles realizadas por organizaciones como el «Instituto de la Justicia», cuya junta directiva derechista incluye a Abram Huyser-Honig, antiguo director de la organización golpista ASJ financiada por el Departamento de Estado, entre otros con historial de manipular datos en beneficio de intereses estadounidenses)— sería robándole la elección a Libre, que tiene un apoyo mayoritario claro. Una encuesta reciente de una agencia de sondeo de prestigio muestra a Rixi Moncada con 50%, seguida por Nasralla Salum con 26% y Asfura Zablah con 17.5%.
WOLA oculta la realidad de la manipulación electoral en Honduras al presentar como equivalentes las denuncias del bipartidismo hondureño y de Libre, en vez de ofrecer una evaluación honesta y crítica de su veracidad. Esto es completamente intencional y busca convencer tanto al público estadounidense como al hondureño de que un triunfo de Libre —que sería casi con toda seguridad el resultado de unas elecciones justas— sería presentado como resultado de fraude.
Es una estrategia desgastada, que he visto orquestar al menos una docena de veces desde que me mudé a Washington una semana antes del golpe de 2009, para sembrar dudas sobre elecciones latinoamericanas cuando existe riesgo de que gane un candidato que prioriza la soberanía sobre la subordinación a los intereses de Estados Unidos.
Aunque WOLA se presenta como una organización «no gubernamental» y ha cultivado durante décadas una imagen de entidad progresista comprometida con la democracia y los derechos humanos, en la práctica casi siempre actúa en absoluta sintonía con el Departamento de Estado (cuyos altos cargos, en ocasiones, incluso han estado literalmente casados con dirigentes de WOLA —Washington mostrándose como un espacio profundamente endogámico)— y, en muchos casos, también con la extrema derecha.
Recordemos que, a principios de 2010, WOLA organizó una conferencia completa en Washington con el objetivo de encubrir el golpe de Estado y legitimar las elecciones de 2009, que habían sido boicoteadas por la Resistencia y se celebraron en condiciones que ninguna persona honesta podría haber calificado de libres o justas.
La conferencia fue cancelada el día antes de su celebración, después de que yo publicara una denuncia del plan, en la que detallaba (entre otras cosas) la estrecha colaboración entre el Departamento de Estado y el personal de WOLA, incluida la asesora principal Vicki Gass, en un esfuerzo por obtener el pleno apoyo bipartidista para el gobierno de Lobo Sosa y su agenda de «Honduras está abierta a los negocios”. Gass pasó luego a dirigir la organización LAWG, vinculada a WOLA, y firmó la reciente carta de WOLA pidiendo intervención estadounidense en las elecciones hondureñas.
Al promover una mayor injerencia estadounidense en las elecciones hondureñas, mientras Estados Unidos se dedica a esfuerzos descarados e ilegales de cambio de régimen contra otras naciones caribeñas, WOLA se alinea con figuras de extrema derecha como María Elvira Salazar.
En la audiencia del Congreso de Salazar la semana pasada, los «hechos» presentados por «expertos» estadounidenses con vínculos con Próspera y otros promotores del golpe de Estado —quienes además tienen profundos intereses económicos y políticos en el cambio de régimen en Honduras — coincidían exactamente con la narrativa promovida por WOLA: la afirmación del mundo al revés de que es Libre —y no sus oponentes, que están perdiendo en las encuestas y contra los que hay montones de pruebas reales de manipulación electoral— quien está tratando de «robar» unas elecciones que se prevé que ganará con facilidad.
La actual crisis preelectoral en Honduras es, por supuesto, en gran medida producto del debilitamiento extremo de las instituciones democráticas provocado por el firme apoyo estadounidense al golpe de 2009 y a las políticas golpistas que dañaron profundamente la soberanía hondureña: privatización y venta a la oligarquía y a intereses extranjeros de la educación, la salud, la tierra y el agua; debilitamiento dramático de los derechos laborales; etc. Al ocultar la naturaleza y los orígenes de la crisis actual, WOLA y otros think tanks y ONG «neutrales» aliadas al Gobierno estadounidense, como Human Rights Watch y el Inter- American Dialogue (que aquí llamamos «El Monólogo»), junto a Salazar y sus «expertos» profundamente partidistas, justifican la continuación de la misma política bipartidista, al tiempo que afirman hacerlo en nombre de la «salvación» de la democracia hondureña.
Trump puede considerarse a sí mismo un gran maestro, pero, como hemos visto en numerosas ocasiones, actúa por impulso y se basa en el poder de la fuerza bruta en lugar de cultivar la apariencia de tener una estrategia coherente. Lo vemos, por ejemplo, en su decisión de indultar a un narco-dictador como parte de su estrategia de cambio de régimen en Honduras, mientras justifica sus paralelos intentos de cambio de régimen en Venezuela y Colombia —cuyos presidentes sí han luchado contra narcotraficantes— como parte de una «guerra contra las drogas».
Con su injerencia descarada, Trump ha volcado el tablero del equipo de ajedrez de Washington, que durante mucho tiempo ha estado controlado por una alianza estratégica de ONGs, think tanks, centros de estudios latinoamericanos en universidades Washingtonianas, políticos nacionales de ambos partidos y el Departamento de Estado.
Aun así, las acciones de Trump, —que contradicen la imagen cuidadosamente cultivada de una preocupación neutral y bipartidista por la «integridad democrática» y la «transparencia» en Honduras»—, podrían beneficiar a estos imperialistas más moderados en su juego a largo plazo, permitiéndoles denunciar las acciones descaradas de Trump y reforzar su falsa afirmación de que ellos sí están del lado de la democracia hondureña.
Con toda la injerencia en la injerencia, una cosa queda absolutamente clara: si los hondureños quieren democracia, deben seguir rechazando las lógicas y amenazas del imperio neoliberal en todas sus formas, y seguir luchando por una refundación que se les ha negado, en las urnas y más allá.
La opinión del autor no necesariamente responde a la línea editorial de la Agencia Hondureña de Noticias.
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