Extiende Honduras Alerta Verde por lluvias en varias regiones del país
Elaborado por: Leoncio Alvarado
Tegucigalpa, 5 dic (AHN) La derecha hondureña ha respondido a las elecciones generales con llamados insistentes a la calma y al civismo, mientras en amplios sectores de la ciudadanía se afianza la percepción de que se está gestando un fraude de proporciones históricas. Paralelamente, su aparato ideológico, voceros partidarios, figuras políticas, medios de comunicación, observadores y actores externos afines, despliega un discurso orientado a neutralizar o desacreditar cualquier señalamiento crítico, configurando un cerco narrativo que busca sofocar las denuncias que surgen desde distintos frentes.
Han transcurrido varios días desde la jornada electoral sin que se presenten resultados definitivos, y con el paso del tiempo se multiplican los indicios de inconsistencias. Las denuncias públicas del consejero del Consejo Nacional Electoral (CNE), Marlon Ochoa, han intensificado la inquietud: según sus reportes, más de 13,246 actas presentan irregularidades, cifra que representaría alrededor del 86 por ciento de la información preliminar divulgada por el Sistema de Transmisión de Resultados Electorales Preliminares (TREP). De confirmarse, se trataría de uno de los episodios de cuestionamiento electoral más graves de la historia reciente del país, donde, según estas denuncias, la dimensión tecnológica habría jugado un papel central.
Frente a este escenario, el bloque político de derecha intenta afianzar una narrativa que exalta el patriotismo, la paciencia ciudadana y un supuesto compromiso con la paz. Llama al pueblo a no hacer nada. Esta estrategia comunicacional pareciera orientarse a desactivar cualquier reacción social y a predisponer al electorado a aceptar unos resultados que, según amplios sectores, estarían marcados por irregularidades. A través de este discurso, se busca consolidar una hegemonía narrativa capaz de minimizar la gravedad de las denuncias y legitimar el proceso sin atender sus cuestionamientos centrales.
La fragilidad del proceso se hace aún más evidente con las reiteradas caídas de la plataforma oficial de divulgación del CNE, justo en el momento más sensible del conteo. A ello se suman señalamientos sobre inconsistencias matemáticas del Software que favorecerían a los partidos tradicionales. Cada uno de estos episodios alimenta la percepción de opacidad y manipulación.
Por eso cuando los portavoces de la derecha llaman a “respetar la paz” y “defender la democracia”, introducen una noción de paz asociada al orden impuesto, a la vuelta de un sistema que históricamente ha mantenido a la mayoría de la población en condiciones de desigualdad. Es una noción de paz entendida como inmovilidad política, que naturaliza la concentración de privilegios y la captura sistemática del Estado por parte de élites tradicionales.
Mientras tanto, la población observa el proceso con creciente escepticismo. Las redes sociales, los videos, los memes y las expresiones irónicas se convierten en vehículos para denunciar, cuestionar o simplemente exteriorizar frustración de las elecciones en Honduras. En paralelo, las cúpulas políticas mueven discretamente sus fichas para asegurar el control del aparato estatal.
En este ambiente, cualquier crítica al proceso electoral es presentada por los sectores dominantes como una amenaza al orden democrático. Lo que realmente se estaría alterando, sin embargo, es la paz de los grupos que se benefician de la estructura vigente.
El pueblo hondureño tiene el derecho, y la responsabilidad, de rechazar esa paz ficticia y esa democracia vaciada de contenido que se le pretende imponer. La aspiración legítima es una democracia auténtica, sustentada en resultados verificables y orientada a transformar las condiciones de vida: reducir la pobreza, enfrentar la inseguridad, garantizar servicios públicos de calidad y crear oportunidades para el desarrollo humano integral.
En este contexto, los llamados a la paz, a la paciencia y a la “serenidad” no son neutrales: funcionan como recursos retóricos para desactivar la voluntad popular y blindar un proceso severamente cuestionado. Nombrarlo, denunciarlo y discutirlo es un ejercicio indispensable de ciudadanía.
La opinión del autor no necesariamente responde a la línea editorial de la Agencia Hondureña de Noticias.
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