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Elaborado por: Lois Pérez Leira.
11 jul (AHN) En la historia de los pueblos, hay figuras que trascienden el tiempo por su compromiso con la dignidad, la justicia y la autodeterminación. En el caso de Honduras, ese nombre es José Manuel Zelaya Rosales, expresidente de la República, actual Coordinador General del Partido Libertad y Refundación (Libre) y presidente de la Internacional Antiimperialista de los Pueblos.
Lejos de ser una figura del pasado, Zelaya se ha consolidado como el líder indiscutible del socialismo democrático hondureño, heredero del legado morazanista y defensor incansable de las causas populares.
Zelaya marcó un antes y un después en la política hondureña. Fue el primer presidente de la etapa moderna que habló con claridad sobre la soberanía nacional, que se atrevió a mirar hacia el sur y apostó por la integración latinoamericana como una vía de fortalecimiento frente a los poderes tradicionales y las injerencias extranjeras. Su gobierno fue un punto de inflexión porque puso en el centro del debate las necesidades históricamente olvidadas de los sectores más empobrecidos del país.
Y fue precisamente por esa osadía —por colocar al pueblo en la agenda del Estado— que el golpe de Estado del 2009 fue orquestado contra él. No fue una simple ruptura del orden constitucional, fue una operación ejecutada por una élite militar, empresarial y política corrupta, al servicio del narcotráfico y de intereses foráneos, que no toleraron que un presidente representara realmente al pueblo.
Desde entonces, Zelaya se convirtió en el símbolo vivo de la Resistencia. A pesar del exilio, de la persecución política, del cerco mediático y del hostigamiento judicial, jamás abandonó la lucha. Por el contrario, condujo con firmeza a las bases populares, articuló a los movimientos sociales, y dio forma a un proyecto político transformador que logró romper con más de una década de dictadura mediante la histórica victoria de Xiomara Castro, primera mujer presidenta del país y dirigente clave del Partido Libre.
Hoy, Manuel Zelaya no solo es el artífice del proceso de refundación hondureña, sino que lidera con visión estratégica el camino hacia una segunda etapa del proyecto progresista, encarnado en la figura de Rixi Moncada, una candidatura que recoge las banderas de la justicia, la equidad y la soberanía.
Además, su papel en la Internacional Antiimperialista de los Pueblos ha proyectado su liderazgo a escala regional. Su voz resuena en foros y movimientos donde se lucha contra el saqueo de los recursos, contra el colonialismo moderno, y en favor de las causas justas: el derecho de los pueblos a decidir su destino sin tutelajes externos.
Zelaya es, sin duda, el continuador del sueño morazanista, ese que imagina una Honduras libre, solidaria, soberana y profundamente democrática. Su legado no se limita a su presidencia: vive en cada barrio organizado, en cada joven que milita con esperanza, en cada comunidad que se levanta contra el olvido. Es el conductor de un proceso histórico que ha devuelto a Honduras su lugar en el mapa de las luchas emancipadoras de América Latina.
Hoy más que nunca, Manuel Zelaya es el timonel de la revolución hondureña, una figura imprescindible para entender el presente y proyectar el futuro de un país que ha decidido, por fin, caminar con dignidad.
La opinión del autor no necesariamente responde a la línea editorial de la Agencia Hondureña de Noticias.
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