• septiembre 13, 2025

La palabra como arma de guerra (sucia)

Elaborado por: Dante Alfaro

7 sep (AHN) Para relativizar la violencia de los discursos de Milei y de la ultraderecha, suele escucharse que se trata solo de una forma confrontativa a la que no estábamos habituados pero que es común en las redes sociales, un campo donde Milei se sentía fuerte hasta no hace mucho. Más aún, esa forma “confrontativa”, presuntamente “auténtica”, donde se destaca la obsesión “anal y genital”, vendría a terminar con la hipocresía y la corrección política de “la casta”.

El reciente ataque del Gordo Dan (nombre de fantasía del influencer libertario Daniel Parisi) al senador Luis Juez, refiriéndose de un modo bajo y execrable a su hija discapacitada, se ha prestado a diferencias de opinión dentro del propio oficialismo en el contexto de una inminente contienda electoral donde cada gesto y cada palabra cuenta a favor o en contra.

Sostenemos aquí que forma y contenido son inseparables. Un contenido puede adoptar distintas formas, pero a una forma solo le corresponde un contenido. Aunque en este caso, la violencia verbal no es una forma, participa del contenido ideológico y político de la ultraderecha neofascista. Las expresiones despreciativas, discriminatorias y violentas de Milei, Espert (“cárcel o balas”) y otros integrantes de La Libertad Avanza, no son ni formales ni circunstanciales, sino instituyentes. Instituyentes de una nueva lógica, de un nuevo paradigma y una nueva escala de valores.

El 14 de enero de este año, en el Boletín Oficial, una resolución de la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) que lleva el número 187/25 con la firma de su titular Diego Spagnuolo , establecía que las personas con discapacidad intelectual serían categorizadas como “idiotas”, “imbéciles” o “débiles mentales”.

Dicha resolución fue retirada ante el repudio masivo de organismos de derechos humanos, familiares de personas discapacitadas y profesionales de la salud. Las autoridades alegaron que se trató de un error sin intención discriminatoria (sic).

El reciente ataque de Milei al niño autista de 12 años Ian Moche, convalidado por un juez que lo justificó esgrimiendo el argumento de la libertad de expresión, sus agravios en la cumbre de Davos contra las diversidades sexuales y la ideología de izquierda (“Zurdos van a correr etc.”) solo por citar algunos ejemplos, demuestran que la violencia verbal no es la excepción sino la regla de este régimen. El agravio, el ataque obsceno es un arma de la guerra sucia contra el pueblo y no conviene relativizarlos.

Ninguna guerra comienza a los tiros, sino que los tiros son el colofón de una escalada previa de violencia simbólica. Para este régimen, los pobres, los discapacitados, los jubilados, son población sobrante. Los obreros despedidos, la destrucción de organismos estatales como el Conicet, el Inta y el Inti son precedidos de una campaña de desprestigio donde los trabajadores son agraviados todos como ñoquis, vagos y parásitos. Ese modus operandi es el que permite caracterizar a este régimen como nazi y fascista.

Los trabajadores de la cultura, todos los que trabajamos honradamente con la palabra, nos esmeramos por jerarquizarla y cultivarla como puente de diálogo entre los seres humanos. El fascismo por el contrario, la envilece, la enloda, la utiliza como arma para herir y lastimar al débil y al desvalido. Utiliza el lenguaje como vehículo de odio. No espere nadie de esta caterva ni una palabra de compasión ni de empatía hacia el otro.

Pero nada nos priva ni impide usar la palabra para denunciar la injusticia, para movilizar la conciencia y los mejores sentimientos. Allí donde pretende instalarse la barbarie oponer humanidad, donde pretende instalarse la desesperación, oponer la esperanza.

Quizás lo sintetiza bien nuestro poeta Nicolás Guillén:
Al corazón del amigo,
abre la muralla;
al veneno y al puñal,
cierra la muralla;
al mirto y la yerbabuena,
abre la muralla;
al diente de la serpiente,
cierra la muralla;
al ruiseñor en la flor,
abre la muralla…
Esa es nuestra batalla, ese nuestro desafío.

La opinión del autor no necesariamente responde a la línea editorial de la Agencia Hondureña de Noticias

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La palabra como arma de guerra (sucia).

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