Delegación hondureña impone su talento en Juegos Centroamericanos
Elaborado por: Lois Pérez Leira
3 oct (AHN) La República Dominicana, un actor que alguna vez se distinguió por su liderazgo regional y una envidiable neutralidad, parece haber perdido el rumbo en su política exterior. Las contundentes críticas de Manolo Pichardo, secretario de Internacionales de la Fuerza del Pueblo, señalan un preocupante patrón de decisiones que no solo debilitan los mecanismos de integración, sino que también socavan la soberanía y la credibilidad internacional del país.
La reciente exclusión de Venezuela, Nicaragua y Cuba de la Cumbre de las Américas, calificada como una “torpeza”, es el síntoma de una enfermedad más profunda: la ausencia de una política exterior propia. Pichardo advierte, con razón, que cuando un país adopta lineamientos definidos fuera de sus fronteras, se expone a involucrarse en conflictos que no le conciernen y a deteriorar relaciones con socios comerciales vitales. Estos foros, tanto la Cumbre de las Américas como la CELAC, deben despojarse de “vaivenes políticos y de la cuestión ideológica” si el objetivo es realmente que la región avance ante los desafíos globales.
El dirigente político asegura que el país ha dado muestras reiteradas de carecer de una visión sustentada en sus intereses nacionales. La participación en la creación de la llamada Alianza para el Desarrollo en Democracia junto a naciones del SICA, a su juicio, no hace más que debilitar el esquema de integración más antiguo y exitoso de la región. En diplomacia, la creación de nuevas estructuras no debería significar la erosión de las ya funcionales.
Más alarmante aún son las decisiones que tocan la médula de la nación. Pichardo critica un acuerdo suscrito con los Países Bajos que, según sus palabras, “compromete la integridad territorial y la soberanía nacional”. De igual gravedad es el anuncio de la mudanza de la embajada dominicana de Tel Aviv a Jerusalén. Esta acción representa una abierta contradicción con la hoja de ruta definida por las Naciones Unidas desde 1945 y con la postura histórica de neutralidad del Estado dominicano frente al conflicto en Medio Oriente.
El expresidente del Parlacen y la Copppal es categórico: el país ha renunciado a la impronta de neutralidad y mediación construida durante las administraciones del presidente Leonel Fernández. En su lugar, se ha colocado en posiciones reactivas y vulnerables que ponen en entredicho su liderazgo y credibilidad internacional. La República Dominicana está tomando decisiones que, más que responder a una estrategia de Estado, parecen ceder a presiones externas, debilitando así su posición global.
Urge un cambio de enfoque hacia una política exterior verdaderamente autónoma, que tenga como pilares la defensa de la soberanía nacional y la búsqueda de soluciones conjuntas a los problemas de la región. De no hacerlo, el país corre el riesgo de convertirse en un simple peón en el tablero geopolítico, perdiendo su voz y la capacidad de actuar en beneficio de su propio pueblo.
La opinión del autor no necesariamente responde a la línea editorial de la Agencia Hondureña de Noticias.
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