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Elaborado por: Lois Pérez Leira
Tegucigalpa, 6 oct (AHN) Mientras el Festival de la Canción de Eurovisión 2026 se consume en un debate divisorio sobre la participación de Israel, la Federación Rusa —expulsada de la UER tras la invasión de Ucrania— no ha perdido el tiempo. Ha revitalizado un viejo concepto de la era soviética, el festival Intervisión, posicionándolo como la alternativa geopolítica y cultural al show europeo. Esta movida no es solo musical, sino un audaz intento de capitalizar el vacío cultural y la politización que ahora desgarra a su rival.
Intervisión, celebrado recientemente en Moscú tras su resurgimiento, ha demostrado ser mucho más que un simple concurso de canciones: es una plataforma de valores y una alianza de naciones amigas del Kremlin.
El espejo de los “valores tradicionales”
La gran diferencia ideológica y el principal argumento de venta de Intervisión es su declarado compromiso con los “valores familiares tradicionales”, en contraposición a lo que Moscú califica como la “decadencia” o las “perversiones” de Occidente y, por extensión, de Eurovisión.
El Ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, garantizó en su momento que en el festival ruso “no habrá perversión ni abusos sobre la naturaleza humana”, en una clara alusión a la celebración abierta de la diversidad, incluyendo el contenido LGTBI, que ha caracterizado a Eurovisión.
Este enfoque ideológico atrae a países con afinidades culturales y políticas con Rusia, y proporciona al Kremlin un altavoz político para promover su visión de un orden mundial más humano.
Una nueva esfera de influencia musical
A diferencia de Eurovisión, que se basa en la geografía paneuropea y sus aliados, Intervisión busca crear su propia órbita. En su reciente edición, reunió a participantes de 23 países, no solo de antiguas repúblicas soviéticas, sino también de potencias emergentes y naciones no alineadas con Occidente, como China, India, Brasil, Qatar, Arabia Saudí e incluso Cuba y Venezuela.
La participación de estos países, muchos de los cuales tienen un peso geopolítico considerable, subraya el intento de Rusia de establecer un evento cultural internacional que desafíe el dominio cultural occidental. El hecho de que se haya anunciado que Arabia Saudí acogerá Intervisión en 2026 es una clara señal de que el festival busca una expansión global y un respaldo financiero fuera de la esfera tradicional de Moscú.
El beneficio de la crisis
La crisis de Eurovisión 2026 sobre Israel ofrece a Intervisión una oportunidad de oro. Mientras que Eurovisión se enfrenta a la amenaza de boicot de España, Irlanda y los Países Bajos, y a una votación interna que podría fracturar a la Unión Europea de Radiodifusión (UER), Intervisión se presenta, irónicamente, como un espacio de “unidad alternativa” para las naciones dispuestas a alinearse con el relato ruso.
En esencia, la batalla ya no es solo por la música, sino por el relato cultural dominante. Eurovisión, que siempre ha luchado por separarse de la política sin éxito, corre el riesgo de parecer un festival fragmentado por conflictos que no puede resolver. Intervisión, por su parte, abraza su naturaleza política, convirtiéndose en el festival de la “cultura no occidental”.
El resultado final es que, al margen de la polémica de Viena, el mundo de la música pop internacional se está reconfigurando en bloques geopolíticos, y Moscú está lista para recibir a todos aquellos que se sientan excluidos o desilusionados por la creciente politización y las tensiones en el corazón de Europa. El cisma de Eurovisión podría ser el empuje definitivo que el proyecto Intervisión necesitaba para consolidarse.
La opinión del autor no necesariamente responde a la línea editorial de la Agencia Hondureña de Noticias.
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