Detienen en el oriente de Honduras a ocho personas por tráfico de drogas
Elaborado por: Sigfrido Reyes
30 oct (AHN) Finalmente se dio la votación en la Asamblea General de la ONU sobre el rechazo al bloqueo multidimensional que los Estados Unidos practican contra Cuba y su revolución, desde hace más de 6 décadas. Dicho bloqueo no se limita al ámbito comercial y financiero, pues sus alcances se extienden a campos como la energía, la ciencia y la tecnología, la cultura y el deporte, el transporte aéreo y los intercambios familiares y turísticos. Los resultados de la votación hablan por sí mismos: 165 naciones respaldaron la exigencia de Cuba de poner fin al bloqueo. Apenas 7 países, incluyendo a los mismos EE. UU., votaron en contra. Hubo 12 países que optaron por abstenerse en la votación. Otros pocos, en un acto de sumisión vergonzosa a Washington, optaron por ausentarse de la asamblea, a la hora de votar.
La victoria de Cuba no es una casualidad. Son ya varias decenas de resoluciones, a lo largo de los pasados años, que la ONU ha aprobado demandando el fin del bloqueo. La inmensa mayoría de la humanidad está consciente del terrible daño que ese bloqueo causa al pueblo cubano día día. Decenas de miles de vidas humanas se han perdido, el daño económico es inconmensurable, el sufrimiento infringido a la sociedad cubana, directamente a los seres humanos, a las familias y a las comunidades, es de una envergadura colosal. Por lo mismo, el bloqueo imperialista no puede sino calificarse de inhumano e inmoral, de despiadado y criminal, además de contrario al derecho internacional. Hay expertos que sostiene que el bloqueo es equivalente a una política con propósitos genocidas.
Lo novedoso de esta última votación no es la renovada victoria moral y política de Cuba, sino las descaradas y desesperadas acciones de Washington, que a través de su Departamento de Estado, encabezado por un fanático personaje anti-cubano, intentaron extorsionar al resto del mundo, para que metiera una puñalada al pueblo de Cuba, votando en contra de la condena al bloqueo. Hubo países que cedieron, inclinando su frente ante Trump, en diversas formas. Unos, cómo Israel y Ucrania, no causaron gran sorpresa, ya que respiran por las narices de Washington. A otros, como los gobiernos de Argentina y Paraguay no hubo necesidad de presionarlos. Otros 12 países, entre ellos Panamá y Ecuador, gobernados por sendos derechistas, prefirieron obedecer a Trump/Rubio de manera más “elegante”: se abstuvieron de censurar el bloqueo. Hubo otros, aún más cínicos, que combinaron su genuflexión ante el imperio con la carencia de carácter, y optaron por ausentarse al momento de la votación.
Al ver que su extorsión no funcionaba ante la dignidad de la mayoría de países miembros de la ONU, el Representante estadounidense ante el máximo foro diplomático mundial, Mike Waltz recurrió a una patética justificación del bloqueo, inventando las más impúdicas falacias con ese propósito. El canciller cubano Bruno Rodríguez le salió inmediatamente al paso, y con las normas del debate en la mano, lo señaló de grosero y prepotente, protagonista de un frívolo intento de desviar la atención de lo esencial del proyecto de resolución. Pero más allá de esos pobres espectáculos, que incluyen además las penosas muestras de sometimiento, ofrecidas por gobiernos subordinados a Washington, carentes de algún sentido de independencia, lo central y más importante es que Cuba y su pueblo volvieron a recibir el respaldo y solidaridad del mundo. Su victoria es una victoria épica, heroica, particularmente en momentos en qué en Washington, que solo conoce el lenguaje de las amenazas y las sanciones, se ha instalado un renovado odio a un pueblo que sostiene una Revolución Socialista a apenas 150 kilómetros de la Florida.
La opinión del autor no necesariamente responde a la línea editorial de la Agencia Hondureña de Noticias.
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