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Elaborado por: Lois Pérez Leira
Tegucigalpa, 20 dic (AHN) La política en Nepal ha dado un giro tectónico que promete reconfigurar el equilibrio de poder en el Himalaya. Tras años de una fragmentación crónica que parecía condenar a la izquierda a un ciclo interminable de coaliciones frágiles y disputas internas, la unificación de diez organizaciones para fundar el Partido Comunista Nepalí representa un hito de pragmatismo político.
Esta fusión, que agrupa desde el influyente Centro Maoísta hasta facciones como el Deshbhakta Samajbadi Morcha y el Partido Janasamajbadi, no es solo un cambio de siglas, sino un intento ambicioso de poner fin a la “sopa de letras” ideológica que ha dificultado la gobernanza desde el fin de la monarquía.
Históricamente, el talón de Aquiles de los movimientos progresistas en Nepal ha sido el personalismo y la incapacidad de conciliar las diversas interpretaciones del socialismo en un marco democrático. Sin embargo, la actual convergencia sugiere una maduración de los cuadros dirigentes, quienes parecen haber comprendido que la dispersión solo alimentaba la inestabilidad institucional y alejaba al Estado de las necesidades urgentes de la población.
Al consolidar estas fuerzas, el nuevo partido no solo busca una mayoría parlamentaria más sólida, sino también la capacidad de implementar políticas de desarrollo a largo plazo sin el temor constante a la moción de censura o al chantaje de las pequeñas facciones.
El éxito de esta apuesta dependerá de la capacidad de la organización para transitar de la unidad aritmética a la cohesión ideológica. El reto es mayúsculo: integrar estructuras de mando diversas y mitigar las rivalidades históricas entre líderes que, hasta hace poco, competían por el mismo espacio electoral.
Si el Partido Comunista Nepalí logra trascender la retórica y transformarse en una maquinaria de gestión eficiente, Nepal podría finalmente alcanzar la estabilidad necesaria para negociar con autoridad ante sus gigantes vecinos, India y China, y centrar sus esfuerzos en la reconstrucción económica y la justicia social que su pueblo demanda.
La unificación es, en definitiva, un paso valiente hacia un futuro donde la política se mida por sus resultados y no por sus divisiones.
La opinión del autor no necesariamente responde a la línea editorial de la Agencia Hondureña de Noticias.
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