Organizaciones hodureñas rechazan declaratoria del CNE a favor de Asfura
Elaborado por: Sigfrido Reyes
26 dic (AHN) Al cierre del año 2025 el panorama latinoamericano y caribeño se muestra incierto y lleno de profundos dilemas. La llegada de un mandatario ultra reaccionario a la Casa Blanca en Washington marcó definitivamente el escenario político en toda la región. Las derechas tradicionales, más las recién configuradas nuevas derechas, que se visten de cierta “modernidad digital”, se han visto alentadas y respaldadas de manera abierta y, por qué no decirlo, descarada, por Donald Trump. Todo tipo de proyectos conservadores han sido alentados por el inquilino de la Casa Blanca, al punto de recibir de este último abierto apoyo para sus propuestas electorales, o para sus formas antidemocráticas de gobernar, en franca violación a la soberanía de algunos países, a los que se somete a brutales y masivas extorsiones en el afán de que salgan avante los amigos, o mejor dicho, los lacayos del trumpismo.
Lo que ha sucedido en torno a Honduras, es, de lejos, el ejemplo más palpable y patético de intromisión en un proceso electoral, que debió ser transparente, equitativo y libre de cualquier interferencia foránea. El bipartidismo tradicional realizó un intenso lobby para conseguir el favor de Washington en la contienda electoral, al tiempo que ejecutaban una masiva campaña de desinformación y manipulación mediática de la realidad política de Honduras, para desacreditar la gestión de la presidenta Xiomara Castro y frenar a la candidata Rixi Moncada, del Partido LIBRE.
A apenas tres días de los comicios Trump, actuando como un Nerón contemporáneo, levantó su pulgar para bendecir al candidato de la derecha tradicional, misma que fiscales y jueces de los Estados Unidos han asociado a actividades delictivas. Así mismo, Trump indultó a Juan Orlando Hernández, expresidente hondureño condenado por delitos de narcotráfico, como una señal de que estaba dispuesto a todo con tal de restaurar el dominio de los Estados Unidos sobre esta república centroamericana, llevando a un político obediente y de extrema derecha a la presidencia del país. La maquinaria de guerra digital de inmediato se puso en acción para extorsionar a los votantes, con millones de llamadas telefónicas y mensajes, advirtiendo que, si no se obedecía a Trump, en Diciembre no llegarían más remesas familiares.
En paralelo, desde el mismo Consejo Nacional Electoral hondureño se fraguaba un operativo de fraude, para burlar la voluntad ciudadana expresada en las urnas, y garantizar a cualquier costo la imposición de una propuesta conservadora en la elección del pasado 30 de noviembre. La conspiración para perpetrar el fraude, denunciada desde semanas antes de la elección, tuvo tantos enredos que, el CNE, dominado por el bipartidismo, tardó más de tres semanas para anunciar un resultado, entre gallos y media noches, tras una mediocre simulación de recuento definitivo, que dejó miles de actas sin revisar e impugnaciones sin resolver. Mientras tanto, en un acto de dignidad y soberanía, el partido LIBRE y sus líderes han rechazado los resultados de la manipulación, del fraude y del terror que desató la burda intromisión del mandatario estadounidense. No queda sombra de duda que se consumó un golpe electoral en Honduras.
Resulta llamativo que, a diferencia de otros eventos electorales, como el realizado en Venezuela en Julio de 2024, los gobiernos de América Latina hasta hoy no se pronuncien exigiendo respetar la legalidad en Honduras, ni demanden el recuento acta por acta, ni levanten su voz de preocupación por las severas anomalías que evidenciadas en las elecciones hondureñas. Tampoco la OEA, tan estridente en otras ocasiones, o los observadores electorales de la Unión Europea, se han inmutado ante las inocultables irregularidades del proceso, ni mucho menos ante el grotesco chantaje ejercido sobre el electorado hondureño por Donald Trump.
En la región está en marcha una amplia contraofensiva de las derechas, apadrinadas desde el Norte, y está claro que el pueblo de Honduras queda librado nuevamente a su suerte, como sucedió tras el golpe de Estado del año 2009, y los posteriores eventos electorales que consolidaron la instalación de un narco Estado, que duró hasta el año 2022. Pero está claro también que los sectores organizados y conscientes de ese mismo pueblo, comprometidos con la refundación de Honduras, se preparan para ofrecer batalla ante las complejas circunstancias que se avecinan.
La opinión del autor no necesariamente responde a la línea editorial de la Agencia Hondureña de Noticias.
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