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Elaborado por: Rafael Méndez
República Dominicana 8 jul (AHN) Una alerta que cruzas fronteras: “Estamos ante una restauración conservadora con tintes autoritarios que amenaza los avances democráticos logrados en las últimas décadas.”
Ernesto Samper, expresidente de Colombia y figura destacada del progresismo latinoamericano, ha lanzado una advertencia que resuena con fuerza en un contexto regional cada vez más inquietante: la derechización acelerada de América Latina podría desembocar en un nuevo fascismo. Su análisis, publicado en una reciente entrevista, no es aislado. Coincide con la advertencia emitida por el gobierno venezolano, que desde Caracas clama al mundo que el fascismo actual es una “hidra de siete cabezas” con capacidad de regenerarse, adaptarse y extender sus tentáculos por todo el planeta.
Lo que Samper describe no es un simple giro ideológico hacia la derecha, sino la configuración de un escenario político donde líderes como Milei, Noboa o Bukele encarnan una nueva clase de autoritarismo digital: carente de profundidad ideológica, pero eficiente en manipular los miedos y las emociones negativas de las mayorías a través de las redes sociales. Frente a esta amenaza, tanto Samper como el gobierno bolivariano insisten en la urgencia de una resistencia popular, consciente y articulada.
La nueva cara del fascismo
Lejos de ser un fenómeno del pasado, el fascismo se presenta hoy en forma de populismo autoritario, persecución judicial a líderes progresistas, militarización de la seguridad pública, y discursos que glorifican la violencia como solución política. Desde Venezuela se denuncia su capacidad mutante: una “hidra” que renace con cada crisis, utilizando herramientas modernas —como las plataformas digitales y el lawfare— para legitimar el desmantelamiento del Estado de derecho.
Samper, por su parte, apunta a que este nuevo fascismo no nace únicamente desde el poder, sino también desde el vacío dejado por una izquierda que ha perdido capacidad de articulación. “Nos hemos dejado desbordar por las redes”, afirma con autocrítica. La derecha ha comprendido que el odio, el miedo y el resentimiento son emociones más movilizadoras que la esperanza o la justicia, y las ha capitalizado con recursos y eficacia.
En este contexto, el expresidente colombiano propone reconstruir la resistencia desde abajo, apelando a las bases populares, a los movimientos sociales y a la organización comunitaria. “Solo aquellos proyectos que logren crear una base de apoyo social sólida podrán resistir el avance de las élites derechizadas”, asegura.
América Latina en el ojo del huracán
La región vive un momento decisivo. La amenaza del retorno fascista no es hipotética: se expresa en la persecución de periodistas y activistas, la criminalización de la protesta social, y la instauración de regímenes donde el autoritarismo se maquilla de eficiencia. Venezuela lo ha dicho con claridad en el Congreso Mundial contra el Fascismo celebrado en Caracas: la lucha no es simbólica, sino política, y exige organización internacional, formación política y solidaridad activa entre los pueblos.
Samper identifica también la responsabilidad de la izquierda en este panorama. Señala el “tribalismo de minorías” como una trampa del “wokismo” que fragmenta la lucha social en pequeñas causas desconectadas entre sí, olvidando que lo que une a los oprimidos no es la identidad, sino la clase. Su llamado es a volver a las raíces estructurales de la desigualdad: cerrar las brechas, no solo reconocerlas.
Una alternativa aún posible
Pese a su diagnóstico preocupante, Samper no cae en el derrotismo. Sostiene que hay espacio para una propuesta de izquierda que combine inclusión, sostenibilidad y modernidad. Pero esa propuesta debe abandonar el caudillismo, abrazar formas más colectivas de liderazgo, y recuperar la capacidad de proponer modelos alternativos al neoliberalismo. “No podemos seguir hablando contra el modelo sin proponer algo distinto”, remarca.
En consonancia, el gobierno de Nicolás Maduro insiste en que no basta con resistir: hay que construir. La Internacional Antifascista, impulsada desde Caracas con el apoyo de más de 90 países, busca ser una plataforma global para coordinar esa construcción: educativa, organizativa, política y cultural.
La urgencia de un frente común
Samper ha lanzado una advertencia que no puede ignorarse. Su lectura coincide con la voz que se alza desde Caracas y otras trincheras de resistencia: el fascismo no ha muerto, solo ha cambiado de rostro. Su regreso no vendrá necesariamente en uniforme ni con tanques, sino disfrazado de “eficiencia”, “orden” y “modernización”. La única barrera real será una izquierda capaz de renovarse, unida con los pueblos, articulada globalmente y firme en la defensa de los valores democráticos y sociales.
El desafío está planteado. América Latina puede volver a ser laboratorio de futuro o convertirse en un campo de prueba para las nuevas formas del autoritarismo global. De la capacidad de respuesta que tenga la izquierda dependerá qué camino se impone.
La opinión del autor no necesariamente responde a la línea editorial de la Agencia Hondureña de Noticias.
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