Consejero hondureño denuncia agudización de violencia por negativa del bipartidismo a revisar urnas
Elaborado por: Hector Maradiaga, especialista en comunicación política.
19 nov (AHN) En Honduras, nada ocurre en el vacío. Las tensiones políticas no son meras disputas de coyuntura, sino capítulos de una larga confrontación entre un bloque conservador compuesto por los partidos tradicionales acostumbrados a administrar el Estado como extensión de sus intereses empresariales y un proyecto político que surge del pueblo en resistencia (Libertad y Refundación, Libre) que desde el 2009 intenta desmontar estructuras criminales y económicas profundamente arraigadas.
Por eso, cuando se habla del próximo proceso electoral, no se está hablando únicamente de votos: se está hablando de poder, de privilegios, de negocios. Y, sobre todo, de un plan de boicot, fraude y desestabilización. el cual resumo en
los siguientes puntos:
I. La narrativa como arma
Primero fue el relato. Un relato construido con precisión quirúrgica por parte de las élites económicas y sus medios de comunicación: “Xiomara Castro es incapaz”; “Libre es un fracaso”; “el país se derrumba”; “Honduras necesita un cambio”.
Anáfora tras anáfora, repetición tras repetición, titular tras titular. El objetivo no era informar: era erosionar y manipular la percepción ciudadana.
La estrategia de la derecha y sus aliados consistió en magnificar cualquier problema de gestión y convertirlo en prueba irrefutable de incompetencia. La medida no importaba; importaba la percepción.
Ese fue el terreno inicial: preparar al ciudadano para sentir que “algo anda mal” y, por extensión, que “urge un cambio”. No un cambio cualquiera, claro, sino un retorno al bloque conservador, es decir: a los mismos de siempre (Partido Nacional y Liberal) que sí garantizan la comodidad y los negocios de la banca y el sector privado.
II. La alianza mediática-electoral
En el último semestre de campaña, la maquinaria conservadora aceleró. Se reactivó un contubernio habitual: partidos tradicionales y corporaciones mediáticas trabajando en espejo. Voceros de organizaciones financiadas por Estados Unidos y actores políticos que promovieron el golpe de Estado de 2009, unieron fuerza y homologaron posturas:
El mensaje tenía que ser (y fue) categórico: Libre no solo gobierna mal; Libre es el peor gobierno de la historia.
Epífora insistente, argumento circular: “peor gestión”, “peor gobierno”, “peor momento”.
Y para apuntalar esta construcción, entraron las encuestas aliadas para posicionar relatos y marcos mentales, toda una operación psicológica desproporcionada bombardeando al ciudadano.
Estas encuestas, jugaron su rol en el plan: resultados desproporcionados, improbables, metodológicamente cuestionables: Libre en tercer lugar; el candidato liberal casi veinte puntos arriba. Una diferencia tan abultada que ni siquiera buscaba credibilidad; buscaba impacto psicológico. El propósito era sembrar la idea de que la derrota de Libre es inevitable y su victoria, por tanto, solo es posible mediante fraude.
III. El fraude que no es donde dicen que está
Sin embargo, debajo de la alfombra del discurso, el verdadero plan se movía en otra dirección. Los audios revelados por el fiscal general expusieron un guion distinto: el plan de fraude no venía del oficialismo, sino del propio bloque que denunciaba fraude. Suena a película, pero en Honduras suceden cosas extraordinarias, donde el poder de las élites supera los límites de cualquier control gubernamental.
La estrategia de estos grupos evidenciada en los audios se descompone en varias capas: infiltración del Consejo Nacional Electoral, manipulación operativa, creación deliberada de caos administrativo, intentos para boicotear la transmisión electoral el 30 de noviembre.
El objetivo todavía es claro y están intentando a toca costa materializarlo: impedir que los primeros resultados electorales favorezcan a Libre. Para lograrlo, luchan por torpedear el TREP, debilitar la conectividad y trastocar el funcionamiento estándar del sistema. Esto quedó evidenciado en el fracaso del primer simulacro de transmisión electoral denunciado por el consejero Marlon Ochoa. Esa denuncia es clave: si el TREP falla en el simulacro, abre la puerta a resultados preliminares sesgados. Un error técnico puede convertirse en una victoria política si es que el error fue realmente un error o un plan quirúrgicamente orquestado.
Mientras tanto, las corporaciones mediáticas propiedad de los bancos, las élites privadas y el bipartidismo reescriben el guion con cinismo y ausencia de principios éticos:
Los responsables del plan de fraude aparecen como “héroes”; los que han sufrido fraude en el pasado, como “villanos”. En síntesis: invertir los papeles para invertir la realidad.
IV. ¿Por qué este empeño?
Porque cuando Libre llegó al poder, tocó fibras sensibles.
Se frenaron contratos energéticos desproporcionados.
Se redujeron fideicomisos que drenaban fondos públicos.
Se limitaron exoneraciones fiscales eternas.
Se reguló el juego financiero que favorecía a unos pocos.
Y para quienes han gobernado la economía hondureña durante décadas, eso es innegociable. No es una diferencia ideológica: es un choque con sus intereses materiales. Por eso el plan no es improvisado; es calculado, metódico, acompañado de la maquinaria mediática, con candidatos como títeres que siempre han promovido el beneficio para las élites.
V. La injerencia y aval externo que nunca falta
Nada de esto es ajeno al tablero geopolítico. La política hondureña siempre ha tenido un actor silencioso pero decisivo:
Estados Unidos. La postura de la comunidad internacional suele alinearse con la de Washington, y la posición de Washington, aunque envuelta en diplomacia, responde a sus propios intereses estratégicos en la región. Sin su aval o al menos sin su omisión, esta operación política sería mucho más difícil de ejecutar. Pero hoy, queda claro su rol en el tablero electoral hondureño.
VI. El desafío del pueblo de cara al 30 de noviembre
Frente a este panorama, la tarea ciudadana no es menor.
Revertir un plan perverso exige claridad.
Resistir la manipulación exige conciencia.
Defender la democracia exige memoria:
porque ya sabemos quiénes cometieron fraude en el pasado, quiénes justificaron
golpes y quiénes manipularon instituciones para conservar privilegios.
La disputa electoral no será solo un ejercicio cívico: será una prueba de
resistencia democrática.
Que la verdad prevalezca sobre la mentira.
Que la ciudadanía no ceda ante la maquinaria que pretende devolverle el país a
quienes siempre lo han usado para sí mismos.
La derecha ha movido sus piezas.
El pueblo hondureño, ahora, debe mover las suyas.
La opinión del autor no necesariamente responde a la línea editorial de la Agencia Hondureña de Noticias.
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