Congreso hondureño recibe anteproyecto de Presupuesto General de 2026
Elaborado por Lois Pérez Leira
24 ago (AHN) Rodrigo Paz Pereira se ha convertido en la gran sorpresa de la política de Bolivia tras lograr el primer lugar en la primera vuelta de las elecciones presidenciales de 2025. Con un discurso que mezcla la renovación política, la descentralización del poder y un tono cercano a las bases ciudadanas, consiguió superar a rivales de trayectoria mucho más larga como Jorge “Tuto” Quiroga.
Sin embargo, lo que realmente ha marcado un antes y un después en su campaña ha sido la elección de su compañero de fórmula, el excapitán de policía Edman Lara, cuya presencia ha transformado una candidatura que parecía testimonial en un movimiento con opciones reales de llegar a la presidencia.
El llamado “Capitán Lara” ha ganado notoriedad en los últimos años como una figura de denuncia, alguien que se atrevió a exponer la corrupción dentro de la Policía y que trasladó esa lucha a las redes sociales con un lenguaje directo y popular. Su carisma y su discurso anticorrupción conectaron rápidamente con sectores urbanos y jóvenes, pero también con el electorado evangélico, un grupo cada vez más influyente en la política boliviana.
En pocas semanas se convirtió en un activo electoral inesperado: fue capaz de movilizar votos, dar visibilidad nacional a Paz Pereira y reforzar la idea de que esta candidatura representaba algo distinto a los viejos partidos. De hecho, su irrupción mediática ha generado la sensación de que la fórmula Paz–Lara puede dar una “sorpresa positiva” en la segunda vuelta.
El otro elemento clave en este escenario es el papel de las bases del MAS, el partido de Evo Morales, que por primera vez en dos décadas quedó fuera de la segunda vuelta. El golpe político ha sido fuerte y la reacción inmediata de Morales fue llamar a un voto nulo masivo, que efectivamente alcanzó cifras históricas.
Sin embargo, esto no significa que todos sus seguidores se vayan a mantener en esa línea. En las regiones donde el masismo sigue teniendo arraigo, existe la posibilidad de que parte de esas bases, cansadas de los viejos liderazgos, se inclinen por apoyar a Paz Pereira como un mal menor frente a Tuto Quiroga, cuyo perfil conservador genera resistencias en sectores populares. Si ese trasvase de votos se concreta, podría marcar la diferencia en octubre.
El panorama, en todo caso, es incierto. Paz Pereira llega fortalecido por el efecto de su compañero de fórmula y por una narrativa que ha sabido captar el hartazgo ciudadano con la corrupción y la política tradicional. Lara es su carta más fuerte, una figura capaz de movilizar emociones y sumar apoyos en ámbitos que antes parecían lejanos para el candidato tarijeño. La segunda vuelta dependerá de su capacidad de consolidar alianzas con sectores moderados de la oposición y de atraer al votante desencantado del MAS, que todavía se debate entre la abstención, el voto nulo y la búsqueda de una opción que, al menos, prometa renovación.
En definitiva, las perspectivas de Paz Pereira son más sólidas de lo que se podía imaginar hace apenas unos meses. Su candidatura ya no es un fenómeno marginal sino una opción real de gobierno. Todo dependerá de si logra transformar la energía que le ha dado el “efecto Capitán Lara” en votos efectivos y si consigue que una parte del electorado masista lo vea como la vía posible para evitar un retorno de las élites políticas tradicionales. Si lo logra, el 19 de octubre Bolivia podría asistir al inicio de una nueva etapa política.
La opinión del autor no necesariamente responde a la línea editorial de la Agencia Hondureña de Noticias.
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