• noviembre 15, 2025

Bolivia y el nuevo fin de la historia

Elaborado por: Facundo Pérez Ernst

1 nov (AHN) Al influjo y sumisión de la ola neoconservadora impulsada por el imperialismo yanqui en el mundo y la región, el recientemente electo por un azar del destino, Rodrigo Paz ha dado señales claras de la posición que asumirá próximamente su gobierno cuando sea posicionado el 8 de noviembre de este año.

Paz, que se prestó la sigla del centro derechista Partido Demócrata Cristiano (PDC), que se hizo ganador de las elecciones gracias al apoyo que recibió su candidato vicepresidencia Edman Lara, encontró, durante el proceso electoral boliviano, un cómodo lugar al centro de la derecha mientras evitaba controversias y se abría a contestar positivamente a las demandas sociales. Empero, antes de asumir la primera investidura, ha dado señales claras de su posición al invitar a la ultraderecha regional, insultar y denigrar a las revolucionarías Venezuela y Cuba y correr a Estados Unidos a reunirse con la cúpula política para, según cuenta, solucionar la crisis económica que ha legado el gobierno de derecha de Luis Arce Catacora.

Nadie con un mínimo de reflexión podría esperar mucho de Paz o incluso del populista Lara, sin embargo, lo que sorprende es la apuesta adelantada del primero por la ultraderecha y la subordinación al imperialismo yanqui, pues las condiciones políticas y sociales no le son favorables, ya sea por su posicionamiento entre los medrados liderazgos de la derecha boliviana actual lo dejan siempre en un tire y afloja muy complejo (con el ultraderechista y esbirro yanqui Tuto Quiroga, el centroderechista empresario Samuel Doria Medina y el embrollo de la agroburguesía y los grupos latifundistas-empresariales y sus expresiones ultraderechistas del oriente boliviano). Tal vez el problema principal de Paz con este sector se encuentra en el carácter cuasi premoderno, su dependencia del Estado –con subvenciones, créditos, financiamiento, dádivas de impuestos y exportaciones, etcétera– y su falta de arraigo y visión de país.

Por otro lado, Paz no cuenta con un partido propio y su bancada de diputados y senadores es muy diversa pues se constituyó en el apuro y no bajo ninguna apuesta programática, estructura o liderazgo articulador. Este hecho está generado y generará muchas tensiones que la prebenda no podrá solucionar satisfactoriamente para todos.

Por último, los votos que llevan a Paz y Lara a la presidencia no son propios, son prestados, y aunque lo nieguen, la gran ruptura en la democracia neoliberal boliviana en 2005 cuando Evo Morales arrasó en las elecciones, es que la gran mayoría de la sociedad boliviana –campesina, indígena, obrera y popular–, se estrelló contra la privatización de la política por un sistema de partidos políticos, es decir, con la enajenación de su capacidad política una vez emitido el voto. En Bolivia las organizaciones y movimientos sociales han peleado su derecho por interpelar directamente al Estado sin intermediarios partidarios y la afrenta que va haciendo Paz ya está generando un sentido malestar.

Con todo, la derecha boliviana se excita y vocifera que se ha llegado al fin de la historia, que “el socialismo ha muerto” y es necesario superarlo. No solo hacen gala de su ignorancia, pues Bolivia no había llegado al socialismo, sino que muestran su desprecio absoluto al bienestar común, a la igualdad y la dignidad social, pues un mínimo de políticas de redistribución del excedente, un puñado de normas contra la discriminación y el racismo y el mejoramiento de la calidad de vida de las mayorías los ofende profundamente.

Es, pues, el signo de la debacle y de la crisis capitalistas: barbarie, muerte y destrucción, incluido el planeta, pero también la esperanza de los pueblos que luchan.

La opinión del autor no necesariamente responde a la línea editorial de la Agencia Hondureña de Noticias.

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