• septiembre 12, 2025

Colombia y la OTAN: Hacia una política exterior soberana

Elaborado por: Lois Pérez Leira

24 jul (AHN) Las recientes declaraciones del presidente Gustavo Petro sobre la posibilidad de retirar a Colombia de su estatus de socio global de la OTAN marcan un punto de inflexión en la política exterior del país, alineándose con los principios de autodeterminación y soberanía que deben guiar a las naciones del Sur Global.

Esta posición no surge del aislamiento, sino de una lectura crítica del orden internacional actual, donde organismos como la OTAN han funcionado como instrumentos de dominación geopolítica más que como garantes de la seguridad colectiva.

El presidente Petro ha sido claro al respecto: “No somos, ni seremos, un apéndice de las potencias que han dominado el mundo a través de la guerra. Colombia debe construir su destino sin ataduras a alianzas que nos arrastren a conflictos que no son nuestros”.

Estas palabras resuenan con especial fuerza en un contexto global donde las intervenciones militares de la OTAN han dejado secuelas profundas en países como Libia, Afganistán e Iraq, demostrando que su accionar dista mucho de promover la estabilidad que pregona.

La relación de Colombia con la OTAN, establecida en 2017 bajo el gobierno de Juan Manuel Santos, siempre fue una anomalía histórica para un país suramericano. Mientras las naciones de nuestra región han construido mecanismos de integración basados en la cooperación y el respeto mutuo, este acercamiento a la alianza atlántica representaba una peligrosa deriva hacia la subordinación estratégica.

Petro lo ha entendido así: “Nuestro destino no está en los cuarteles de Europa o Norteamérica, sino en la unidad de los pueblos de América Latina”. Esta visión encuentra su sustento en la necesidad de construir una política exterior desmilitarizada, donde la seguridad nacional no dependa de compromisos con potencias extracontinentales cuyos intereses rara vez coinciden con los nuestros.

Los argumentos para distanciarse de la OTAN son contundentes. En primer lugar, porque la asociación con este bloque militar contradice el espíritu de no alineamiento que debería guiar a Colombia en el escenario internacional.

En segundo término, porque como socio global, aunque no formalmente obligado a participar en operaciones bélicas, el país quedaba inserto en una lógica de seguridad ajena a nuestras realidades.

Como bien señala Petro: “la seguridad no puede depender de alianzas que han perpetuado la violencia en el mundo”. Finalmente, porque la verdadera protección de nuestra soberanía pasa por fortalecer los lazos con los pueblos hermanos de América Latina y el Caribe, no por buscar amparo en estructuras creadas para defender intereses imperiales.

Este planteamiento se inscribe en una tradición de pensamiento latinoamericanista que desde Bolívar hasta nuestros días ha reivindicado el derecho de los pueblos del Sur a definir su propio destino. Lejos de significar un repliegue, como algunos críticos apresurados han señalado, representa la oportunidad para construir relaciones internacionales basadas en la igualdad soberana de los Estados.

La decisión de revisar los vínculos con la OTAN no es sino el primer paso hacia una política exterior verdaderamente independiente, que ponga los intereses del pueblo colombiano por encima de las agendas geopolíticas de las potencias tradicionales.

En este sentido, el llamado del presidente Petro a priorizar la cooperación Sur-Sur y a fortalecer los mecanismos de integración regional como la CELAC y UNASUR marca el camino correcto. Se trata de sustituir la lógica de la sumisión por la de la solidaridad entre pueblos, de reemplazar la doctrina de la seguridad militar por la cultura de la paz.

Como analista internacional, considero que este giro en la política exterior colombiana, lejos de ser un gesto ideológico, es una necesidad estratégica para un país que busca su lugar en el mundo sin complejos ni ataduras.

La verdadera protección de nuestra soberanía no vendrá nunca de alianzas foráneas, sino de la capacidad para tejer relaciones basadas en el respeto mutuo y la cooperación igualitaria. Este es el desafío que tenemos por delante.

La opinión del autor no necesariamente responde a la línea editorial de la Agencia Hondureña de Noticias.

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