Consejo de Ministros aprueba Presupuesto General 2026 sin aumentar impuestos en Honduras
Elaborado por: Juan Urquia
Tegucigalpa, 18 ago (AHN) El 16 de agosto, en varias ciudades de Honduras, miles de católicos y evangélicos acudieron, convocados por sus pastores y sacerdotes, a una jornada de oración por el país. Aunque el llamado no debió tener tintes políticos, algunos dirigentes del bipartidismo, en alianza con ciertos líderes religiosos, intentaron aprovecharlo para promover ideologías partidarias equivocadas.
Que quede claro, también, que no fue el Partido Nacional ni el Partido Liberal quienes convocaron, porque de haber sido así, nadie habría respondido.
El hecho, en sí mismo, fue profundamente hermoso, un gesto de fe colectiva que podría unir corazones en esperanza. Sin embargo, como siempre, la sombra se deslizó en medio de la luz. Y allí, en un espacio que debía ser de recogimiento espiritual, apareció el viejo bipartidismo, manchando lo que pudo haber sido una jornada de oración sincera por Honduras.
Conviene subrayar: las marchas del 16 de agosto no fueron una condena contra el Gobierno. Esa es otra mentira fabricada por el bipartidismo, que busca convertir la espiritualidad en arma política. La marcha fue, simple y llanamente, una oración por Honduras. Una oración por un país que se reconstruye, a pesar de los que lo destruyeron (Partido Nacional y Liberal) durante tantos años.
La responsabilidad no recae únicamente en los políticos de siempre, sino también en algunos líderes religiosos afines al bipartidismo, que abrieron la puerta a la manipulación.
Así, dirigentes del Partido Nacional y del Partido Liberal, disfrazados de creyentes, se mezclaron con la multitud, arrastrando consigo el peso de décadas de abusos, corrupción y saqueo. Ese bipartidismo extraviado, sin brújula ni credibilidad, incapaz ya de llenar plazas ni corazones, insisten en aferrarse a la manipulación como su última y desgastada tabla de salvación.
Los siameses políticos de Honduras (PN y PL), en su desesperación, decidieron entrometerse en una caminata que no les pertenecía. La iglesia, con claridad, había pedido que los políticos se mantuvieran al margen.
Pero a los caudillos del pasado nunca les importó ni la espiritualidad ni la dignidad del pueblo creyente, con tal de aparecer, con tal de intentar lavar sus rostros manchados por décadas de injusticia, se infiltraron de la manera más burda: acompañados de líderes religiosos afines, cargando mantas hipócritas y fingiendo rezos que jamás han practicado.
En las marchas se pudo ver a diputados y candidatos del bipartidismo, muchos de ellos señalados por corrupción y fraude en el pasado, queriendo vestirse de cristianos sin siquiera saber recitar el Padre Nuestro.
Viven bajo el manto de la corrupción, y pretenden, con un par de pasos en una caminata de fe, absolverse de sus pecados políticos. Pero las manos que firmaron concesiones, que entregaron nuestros recursos, que avalaron golpes de Estado y se aliaron con el crimen organizado, no pueden alzarse al cielo con credibilidad.
Su moral inexistente no los absuelve: solo los desnuda como falsos creyentes que, una vez más, intentan manipular la fe del pueblo. Y como si fuera poco, la manipulación alcanzó niveles grotescos.
En San Pedro Sula, fotografías fueron alteradas digitalmente para aparentar multitudes descomunales. Una edición tan torpe como malintencionada, que revela la desesperación de los que ya no movilizan ni a sus propios militantes.
Me pregunto: ¿necesita la iglesia de ese engaño barato? Claro que no. La fe no se mide en pixeles inflados ni en titulares sesgados. La fe verdadera se reconoce en los corazones sencillos que oran sin más interés que el bien de Honduras.
La indignación crece cuando recordamos que los pastores y sacerdotes habían pedido expresamente que la jornada estuviera libre de colores políticos. Pero el bipartidismo, en su irrespeto de siempre, ignoró ese llamado.
No les importó ofender la espiritualidad de los creyentes hondureños, ni burlarse del dolor de las familias que todavía cargan las cicatrices del desastre histórico que ellos mismos provocaron. Llegaron con el descaro de siempre, intentando apropiarse de lo que no les corresponde, con manos manchadas de sangre y con una moral inexistente.
Pero lo más indignante vino después: muchos de esos políticos y seguidores del bipartidismo, que minutos antes fingían rezar y levantar los ojos al cielo, terminaron la jornada en los bares y restaurantes de moda, embriagándose como si nada, celebrando entre risas y copas de licor. Esa es su verdadera fe: la hipocresía como credo y el alcohol como altar.
En contraste, el Partido Libre respetó la esencia de la jornada. Libre entendió que la caminata era un momento de oración, de recogimiento espiritual, no de política. Y ese respeto no es casualidad: es coherente con la raíz misma del proyecto de Libre, que jamás se ha servido de la religión como disfraz, sino que acompaña al pueblo desde la autenticidad y la lucha por la justicia social.
En esa coherencia brilla la figura de la candidata presidencial Rixi Moncada. Una mujer de fe profunda, que no esconde su cristianismo social ni su convicción de que Dios camina con los pobres. Su fe no es de palabras vacías, sino de compromiso real con los más humildes. Cree en un Dios que pide pan para los niños, dignidad para las mujeres, respeto para los ancianos. Y en esa fe se sustenta su lucha por la justicia. No necesita forzar apariciones en marchas religiosas para demostrarlo; lo vive todos los días en su trabajo por los más desposeídos.
La verdadera historia de esa jornada no es la del bipartidismo que se disfraza de santo para esconder su fracaso. Es la del pueblo que, con fe sincera, ora y sigue creyendo en un futuro mejor. Honduras ya aprendió a distinguir entre el rezo auténtico y la manipulación. Y esa es nuestra esperanza: que ningún político volverá a usar el nombre de Dios en vano para engañar al pueblo.
El 16 de agosto no fue la marcha del bipartidismo; que quede claro y los que si queremos a Honduras seguiremos orando; desde casa, desde las calles, desde los corazones.
La opinión del autor no necesariamente responde a la línea editorial de la Agencia Hondureña de Noticias.
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