Fuerzas Armadas de Honduras definen criterios operativos y planificación conjunta
Elaborado por: Dr. Hector Geager
“No hay mayor cárcel que la de una mente cerrada.”
Voltaire
2 sep (AHN) El lenguaje común confunde la sabiduría con la mera acumulación de conocimiento: una vasta biblioteca de hechos meticulosamente indexados en la mente. Sin embargo, la verdadera sabiduría, ese nivel más selecto de comprensión, no se alcanza añadiendo más al corpus intelectual. Es más bien una ardua peregrinación de sustracción, un proceso deliberado y a menudo doloroso de desaprendizaje. Es el valiente desmantelamiento de las arquitecturas cognitivas heredadas, la labor intelectual y emocional de descartar aquello que, tras una inspección seria, no refleja la estructura verificable de la realidad. Esta búsqueda exige un sacrificio en el altar del ego, la disposición a soportar el profundo vértigo de la incertidumbre existencial, a flotar, por un tiempo, en el inquietante vacío donde alguna vez residieron las falsedades reconfortantes.
El camino hacia la sabiduría no comienza con una respuesta, sino con una serie de implacables interrogaciones socráticas dirigidas al interior. Para deshacernos de las creencias calcificadas acumuladas a lo largo de la vida, debemos manejar estas preguntas esenciales como el bisturí de un cirujano:
1. <<¿Por qué internalicé esta noción?>> ¿Fue para obtener aprobación, para evitar conflictos o para calmar un miedo existencial? Como podría haber argumentado el filósofo Friedrich Nietzsche, muchas creencias nacen no de la búsqueda de la verdad, sino de una voluntad subconsciente de poder o de una profunda necesidad de consuelo psicológico (1).
2. ¿Cuándo comenzó este aprendizaje? ¿Puede rastrearse su origen en el terreno influenciable y mentalmente débil de la infancia, el fervor rebelde de la adolescencia o la aceptación acrítica de las normas culturales en la edad adulta?
3. ¿Cómo se inculcó este concepto? ¿Fue por repetición, por trauma, por la ósmosis silenciosa de las expectativas sociales o por la voz autoritaria de una figura de confianza? ¿Quién fue el artífice de esta creencia? ¿Cuáles eran sus propios prejuicios no examinados, sus limitaciones, sus intenciones tácitas? Recordemos la alegoría de la Caverna de Platón, donde la realidad de los prisioneros se construye mediante figuras invisibles que proyectan sombras sobre una pared, y a las cuales ellos les dan una existencia mental, no real (2). La sabiduría es el proceso de recurrir a la fuente de las sombras que construyen nuestras ignorancias. Es examinar las lógicas de nuestras creencias desde diferentes puntos de vistas y desenterrar los sesgos y las falacias que las encubren.
¿Qué evidencia empírica sustenta su afirmación de la <verdad>? ¿Resiste el escrutinio de la lógica, la evidencia y la experiencia vivida? ¿O se desmorona, persistiendo solo por la inercia de la tradición o la fragilidad de la propia identidad?
Es a través de esta rigurosa indagación que comienza la deconstrucción de las creencias. Cada falsedad identificada y descartada es una piedra que se quita del muro de la ignorancia. No se trata de una erosión pasiva, sino de una fractura activa: una ruptura deliberada de lo que el ensayista denominó tan acertadamente «la burbuja de la idiotez». Es un despertar intelectual que resuena en el alma, donde axiomas incuestionables se revelan repentinamente en la mesa de reconocimiento.
Para ilustrarlo, pensemos en la historia de un brillante cartógrafo medieval que dedicó toda su vida a cartografiar meticulosamente una Tierra plana, añadiendo detalles cada vez más complejos a sus mapas: serpientes en los bordes, intrincados patrones de viento y distancias precisas entre ciudades. Se creía un maestro en su oficio, con un vasto conocimiento. Sin embargo, la sabiduría no llega cuando dibuja otro monstruo marino. Llega en el momento en que se le presenta la irrefutable curvatura esférica del horizonte desde la cofa de un barco. La verdadera maestría ahora no reside en añadir a sus viejos mapas, sino en tener el coraje de quemarlos y comenzar de nuevo en un globo terráqueo. Este acto de valiente desaprendizaje —esta aceptación de una realidad nueva, más vasta y humilde— es el primer paso, y el más esencial, en el camino hacia la sabiduría. Es aquí, en las cenizas de la certeza abandonada, donde se reaviva la curiosidad y puede comenzar verdaderamente el auténtico viaje hacia la <sapientia> (la verdadera sabiduría).
Notas
1. Esto se basa en el concepto de perspectivismo de Nietzsche y su crítica a la moral tradicional en obras como “Más Allá del Bien y del Mal,” sugiriendo que muchas creencias cumplen funciones de preservación de la vida o de búsqueda de poder, más que puramente epistemológicas.
2. Una referencia a la “República” de Platón, Libro VII. “La Alegoría de la Cueva” sirve como una poderosa metáfora de la iluminación, que exige rechazar una realidad cómoda pero falsa (las sombras) en busca de una más verdadera, aunque inicialmente desorientadora, confusa (el mundo fuera de la caverna).
La opinión del autor no necesariamente responde a la línea editorial de la Agencia Hondureña de Noticias.
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