El Discurso de Abascal y la Hipocresía del Neofascismo Europeo

Elaborado por: Lois Pérez Leira

Tegucigalpa, 17 jul (AHN) Las recientes declaraciones de Santiago Abascal, líder del partido ultraderechista Vox, en las que expresó su voluntad de expulsar a millones de extranjeros si algún día llegara a la presidencia del gobierno español, no solo son profundamente xenófobas y peligrosas, sino también una muestra burda de hipocresía política.

El neofascismo, como en sus peores épocas, vuelve a agitar el miedo, el odio y el racismo para ganar votos, mientras se arrodilla ante los verdaderos responsables de las crisis que atraviesan los pueblos: el imperialismo, el capitalismo salvaje y las élites financieras globales.

Abascal olvida —o elige olvidar— que más de tres millones de españoles viven fuera de España, muchos de ellos en América Latina, Alemania, Francia, Suiza, Reino Unido y otros rincones del planeta. ¿Qué sucedería si esos países aplicaran la misma lógica de expulsión masiva contra los ciudadanos españoles? ¿Qué haría Vox si los gobiernos de América Latina, hartos del desprecio colonial y del discurso de superioridad cultural, decidieran cerrar las puertas y exigir la repatriación de los españoles que residen en sus territorios? Lo que para algunos es una amenaza populista en campaña, para otros sería una respuesta legítima ante el atropello y la humillación.

En España viven miles de inmigrantes hondureños, muchos de ellos en situación irregular, trabajando en condiciones precarias, muchas veces sin derechos reconocidos, pero contribuyendo todos los días al funcionamiento de la economía española.

Están en el cuidado de mayores, en la limpieza, en los hogares, en los trabajos que sostienen en silencio la vida cotidiana de las ciudades. ¿Qué dice Abascal sobre ellos? Nada. Porque para la ultraderecha, los inmigrantes no son personas con historias y dignidad, sino cifras manipulables para alimentar el miedo y justificar el racismo institucional.

El discurso de Vox, como el de tantas formaciones neofascistas en Europa, no apunta jamás a los verdaderos responsables del sufrimiento social. Nunca veremos a Abascal proponer la expulsión de los grandes evasores fiscales, de los bancos que se enriquecieron con la crisis inmobiliaria, o de las multinacionales que explotan recursos en el Sur Global sin pagar impuestos.

No lo veremos exigir justicia frente a las guerras impulsadas por Occidente, ni reclamar un modelo económico que no condene a millones a la precariedad. Su lucha es siempre contra los más débiles: los inmigrantes, los refugiados, los pobres, los diversos, los que piensan distinto, los que se organizan para transformar el mundo.

En su retórica, los inmigrantes son tratados como enemigos, como una amenaza cultural y económica. Pero no dice que muchos de ellos sostienen sectores enteros de la economía española: el campo, la hostelería, los cuidados, la construcción. No dice que la mayoría trabaja con dignidad, paga impuestos y sueña con una vida mejor para sus hijos. Tampoco menciona que buena parte de la migración es el resultado directo de décadas de saqueo, guerras y políticas neoliberales impuestas por las potencias del Norte a los países del Sur.

El neofascismo se disfraza de “patriotismo”, pero es profundamente antipatriótico. Divide a los pueblos, fomenta el odio interno y debilita las luchas colectivas por justicia social. Le teme al inmigrante que se organiza, al joven que reclama igualdad, a la mujer que exige derechos, al trabajador que pelea por un salario digno. En cambio, jamás se enfrenta a los poderosos. Con ellos pacta, se arrodilla, los protege.

En lugar de culpar a quienes llegan buscando refugio y oportunidades, Europa debe mirar hacia dentro y asumir su responsabilidad histórica y presente. Y si Abascal quiere realmente hablar de expulsiones, que empiece por aquellos que han empobrecido a España desde dentro: los corruptos, los especuladores y los vendepatrias.

La historia ya nos ha mostrado hacia dónde conduce el odio cuando se convierte en política de Estado. No podemos permitir que el miedo se imponga sobre la solidaridad ni que el racismo sustituya al humanismo. Frente al avance del neofascismo, más que nunca necesitamos unidad, conciencia y dignidad.

La opinión del autor no necesariamente responde a la línea editorial de la Agencia Hondureña de Noticias.

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