Excanciller hondureño rechaza información manipulada sobre gastos de Cumbre CELAC
Elaborado por: Ester Oliva
Tegucigalpa, 6 ago (AHN) En la era digital, donde la imagen puede más que el contenido y donde un video viral puede pesar más que una propuesta política concreta, es inevitable analizar el comportamiento de ciertos sectores políticos bajo esta nueva lógica de exposición.
En este contexto, las recientes protestas encabezadas por figuras del Partido Liberal en Honduras parecen más una pasarela de egos que una verdadera lucha por la democracia. Lo que debería ser una manifestación de indignación colectiva y compromiso patriótico, se ha transformado en una competencia por quién consigue la mejor toma, quién aparece más aguerrido ante las cámaras o quién logra más vistas en redes sociales.
Este fenómeno revela una profunda desconexión con las verdaderas causas del pueblo. La protesta se vacía de contenido cuando sus protagonistas están más interesados en proyectarse como mártires digitales que en articular una agenda coherente de transformación. La presencia de cámaras no debería ser el motor de la movilización, y mucho menos el filtro que determine qué se dice, cómo se actúa y a quién se apoya. Cuando el objetivo se convierte en la autopromoción, la lucha pierde legitimidad.
Además, esta teatralización de la protesta refuerza un problema más estructural dentro del conservatismo hondureño: la falta de liderazgo auténtico, de visión estratégica y de un vínculo real con las necesidades populares. En vez de presentar un proyecto alternativo y serio frente a las crisis del país, estas figuras parecen querer posicionarse como celebridades de la indignación, sin más horizonte que el siguiente titular o trending topic.
Este tipo de protestas corren el riesgo de banalizar la movilización social, de convertirla en espectáculo, y eso representa un daño profundo a la cultura política. La ciudadanía no necesita influencers de la política, sino líderes con principios, con coraje, y con capacidad de construir alternativas reales. Porque la lucha por la democracia no se mide en likes, sino en compromisos duraderos, en propuestas viables y en una coherencia ética que se sostenga fuera de las cámaras. El pueblo merece más que actores políticos buscando fama: merece representantes verdaderos.
La opinión del autor no necesariamente responde a la línea editorial de la Agencia Hondureña de Noticias.
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