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Tegucigalpa, 21 abr (AHN) Hoy se cumplen tres años desde que el expresidente de Honduras y narcotraficante Juan Orlando Hernández (JOH) fue extraditado a Estados Unidos, acusado de haber convertido al Estado hondureño en una plataforma para el narcotráfico durante su mandato (2014–2021).
La escena que marcó su caída fue contundente: esposado, fuertemente custodiado y entregado por las propias autoridades hondureñas a agentes de la Administración de Control de Drogas (DEA por sus siglas en inglés), Hernández fue trasladado a Nueva York, donde actualmente cumple una condena de 45 años de prisión por delitos de narcotráfico y uso de armas de guerra.
El expresidente fue capturado en su residencia en Tegucigalpa el 15 de febrero de 2022, pocos días después de haber concluido su segundo mandato. El 21 de abril de ese año fue llevado, esposado de manos y pies, a Nueva York, donde el 26 de junio de 2024 fue sentenciado a 45 años de cárcel.
Según la Fiscalía del Distrito Sur de Nueva York, el exmandatario operó como un “narcopresidente”, recibiendo millones de dólares en sobornos de cárteles como el de Sinaloa, mientras usaba la fuerza del Estado para proteger sus operaciones ilícitas y eliminar rivales.
La acusación señala que más de 500 toneladas de cocaína fueron enviadas hacia Estados Unidos bajo su protección, y que Hernández convirtió su proyecto político en una fachada para garantizar la impunidad de los grandes capos del narcotráfico.
Su hermano, Antonio (Tony) Hernández, fue condenado a cadena perpetua en EE. UU. por delitos similares, lo que refuerza el argumento de que el poder político y el crimen organizado actuaron de forma conjunta en el núcleo del Estado hondureño durante más de una década.
Desde su extradición, el narcopresidente ha intentado desmarcarse de los cargos, alegando ser víctima de una vendetta por parte de criminales a los que, según él, combatió. Sin embargo, las pruebas presentadas por las autoridades estadounidenses —incluyendo testimonios de narcotraficantes, registros financieros y comunicaciones interceptadas— han consolidado la imagen de un exmandatario que usó el poder para beneficiar al crimen organizado en la región.
A tres años de este hecho histórico, Honduras continúa lidiando con las consecuencias del saqueo institucional y el deterioro democrático que caracterizó su administración. Juan Orlando Hernández pasó a la historia de Honduras como el primer expresidente en ser sentenciado en EE. UU. por narcotráfico.
SAV
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