Selección de Honduras define rivales y sedes rumbo al Mundial 2026
Elaborado por: Sigfrido Reyes (Expresidente del Congreso de El Salvador)
Durante varias décadas los Estados Unidos impusieron al mundo, con ayuda de las instituciones como el FMI y el Banco Mundial, una agenda de liberalización económica, que incluía la apertura comercial, el libre flujo de capitales y el abandono del proteccionismo. Hasta acuñaron un nuevo término, globalización, para designar a este recetario. El libre comercio se convirtió en el nuevo paradigma, la fórmula mágica para los países que querían crecer económicamente y avanzar hacia el desarrollo. Bajo esta lógica, muchos países llegaron a creer que entre más acuerdos de libre comercio firmasen, más oportunidades tendrían para abrirse paso en la economía global, compitiendo por mercados e inversiones directas.
Desde hace 6 meses ese panorama ha girado 180 grados. El gobierno de Donald Trump asumió la guerra comercial como una estrategia central para lograr sus objetivos de política exterior, que van desde aumentar la venta de armas hasta frenar el auge de nuevos bloques geopolíticos, como es el caso del BRICS. Buscan también desalentar las migraciones y, donde puedan, producir cambios politicos de fondo. Todo ello excede el propósito de obtener beneficios económicos, desde una postura de prepotencia y desprecio a las normas internacionales de comercio, sean multilaterales o bilaterales, de las que Estados Unidos es signatario. Trump lanza guerras comerciales para impulsar su agenda conservadora y guerrerista por todo el mundo. La imposición de aranceles, su disminución o aumento, se convierte en premio o en castigo, para los países bajo la mira de los halcones de Washington.
Vemos así el caso de México, país al que Trump presiona descaradamente para que impulse políticas anti-migrantes, y que se convierta en un muro de contención frente a las oleadas de personas que por diversos motivos, desde la búsqueda de progreso económico hasta el escape a la represión política, buscan un refugio seguro en los Estados Unidos. Así mismo, exige que México pague la factura de la crisis social y de salud pública que para la sociedad estadounidense implica la pandemia del consumo de drogas. Demandan que este país controle la oferta de narcóticos, aunque signifique un desborde de la violencia criminal, sin que en los Estados Unidos se dé paso alguno para frenar la demanda de estupefacientes, combatiendo a los cárteles estadounidenses que venden las drogas, lavan multimillonarias sumas de dinero y se lucran del negocio del narcotráfico.
Brasil es el otro país de la región que ha caído bajo la furia de Trump. En un alegato que desborda injerencismo y falta de respeto por la soberanía de Brasil, Trump sale a defender a Jair Bolsonaro, enjuiciado por comandar intento golpistas destinados a frustrar el retorno de Lula da Silva al poder. Los argumentos de Trump para imponer desorbitantes impuestos a las importaciones que llegan desde ese país sudamericano, no contienen ni siquiera razones comerciales. De hecho, Estados Unidos tiene un superávit comercial con Brasil. Se trata de ora cosa: la abierta defensa de Bolsonaro, motivada por afinidades ideológicas, dada la pertenencia de ambos a la derecha más extremista del hemisferio.
Los aranceles para Trump están lejos de ser una medida de politica comercial. En realidad son herramientas políticas, con impactos negativos para todo el mundo, incluyendo los mismos Estados Unidos, donde crece la inflación se eleva el desempleo y la incertidumbre domina la perspectiva económica.Son acciones desesperadas, de una potencia en declive, que trata desesperadamente y por todos los medios, legítimos o no, de frenar la transición a un mundo multipolar, donde la hegemonía estadounidense será cosa del pasado.
La opinión del autor no necesariamente responde a la línea editorial de la Agencia Hondureña de Noticias.
PUEDES LEER: La Caída del “Titán”: Uribe Condenado y el Simbolismo de un Narcoestado Desenmascarado.
