Elaborado por: Leoncio Alvarado
Tegucigalpa, 22 oct (AHN) A tan solo 38 días de las elecciones generales, Honduras enfrenta nuevamente intentos de desestabilización por parte de los sectores de derecha representados en los partidos tradicionales, Liberal y Nacional. Estas fuerzas buscan sabotear el proceso electoral sigilosamente, mientras difunden una narrativa que responsabiliza al partido oficialista, Libertad y Refundación (Libre), de eventuales irregularidades. Su estrategia responde a la negativa de aceptar la pérdida del status quo que han disfrutado por más de un siglo, alternándose el poder y defendiendo los intereses de una misma élite económica y política.
Durante décadas, el pueblo hondureño ha sido testigo de reiterados fraudes electorales orquestados por estos partidos tradicionales. Hoy, frente al avance de un proyecto político que no responde a sus intereses, la derecha recurre nuevamente a tácticas de boicot. La razón es evidente: Honduras atraviesa una nueva etapa democrática, en la que las viejas prácticas de cooptación institucional y las decisiones antidemocráticas ya no convencen a una ciudadanía más crítica, consciente y revolucionaria, surgida con fuerza en los últimos dieciséis años.
El triunfo de la presidenta Xiomara Castro en 2021 marcó el inicio de una nueva era política. Por primera vez, el país adoptó un modelo de socialismo democrático con enfoque popular e incluyente, demostrando que es posible construir una democracia distinta, basada en la justicia social y la participación ciudadana. Este avance, sin embargo, ha despertado el recelo de los partidos tradicionales, que ven en riesgo no solo su poder, sino su supervivencia política.
En su intento por mantener influencia, estos grupos han vuelto a recurrir a la manipulación y al sabotaje. Entre sus maniobras más recientes destaca la imposición de un Sistema de Transmisión de Resultados Preliminares (TREP) con evidentes indicios de ilegalidad y vulnerabilidad, el cual fue desmantelado gracias a la presión popular y a la representación del pueblo en el Consejo Nacional Electoral. Ahora promueven un nuevo plan de boicot: retrasar el proceso electoral, desconocer los resultados oficiales, manipular encuestas para presentarse falsamente como favoritos y buscar la intervención de observadores internacionales afines a la ultraderecha, con el objetivo de desacreditar el proceso. A ello se suman los retrasos deliberados en la contratación de empresas responsables de proyectos clave del proceso electoral, con la clara intención de entorpecer su desarrollo normal, generar incertidumbre y no aceptar la clara derrota.
Sin embargo, esta nueva etapa democrática se distingue por una mayor transparencia y equilibrio institucional. Poco a poco, los organismos electorales han incorporado representantes comprometidos con los intereses del pueblo, no con los de la clase dominante. Este avance hacia una democracia más participativa ha incomodado profundamente a quienes durante décadas redujeron su significado a la defensa de sus privilegios.
Aunque la derecha, históricamente estéril para los intereses populares, ha perdido legitimidad, aún conserva mayoría en varias instituciones desde las cuales intenta imponer su visión corrupta del poder, incluso a costa de violar la ley. Este contexto representa un desafío para las fuerzas populares, que, pese a su condición minoritaria, sostienen una posición firme basada en la verdad, la legalidad y la justicia social.
A pocas semanas del proceso electoral, la resistencia popular, dentro y fuera de las instituciones, continúa enfrentando las conspiraciones de la derecha. Cada vez que se develan sus planes fraudulentos, surgen nuevas estrategias para socavar la voluntad popular y la democracia conquistada con tanto esfuerzo. Pero el pueblo hondureño ha aprendido una lección fundamental: la mayoría no siempre representa la ley cuando responde a intereses corruptos y oligárquicos; solo una democracia auténtica, orientada al bienestar colectivo, puede garantizar la soberanía popular.
Honduras ha despertado. El pueblo en resistencia continúa defendiendo sus conquistas democráticas frente a una derecha retrógrada que se niega a aceptar los cambios en favor de las mayorías. Los privilegios obtenidos históricamente mediante la corrupción estatal se desvanecen, mientras avanza la construcción de un país más justo, participativo y verdaderamente democrático.
La opinión del autor no necesariamente responde a la línea editorial de la Agencia Hondureña de Noticias.
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