Elaborado por: Sigfrido Reyes
28 nov (AHN) El silencio electoral prevalece ya en Honduras, la república centroamericana de 10 millones de habitantes que ha sido escenario de grandes y dramáticos acontecimientos políticos en las últimas 2 décadas. El domingo 30 de Noviembre se realizarán las elecciones generales, de donde surgirá el nuevo liderazgo político e institucional del país: la Presidencia de la República, el nuevo Congreso, 298 gobiernos municipales y la representación hondureña ante el Parlamento Centroamericano.
El golpe de Estado militar, respaldado por las élites oligárquicas y alentada desde Washington, continúa siendo una herida abierta en el país. La interrupción violenta del proceso político constitucional no solo significó la demolición de los avances democráticos de un país, que, como la mayoría de naciones en Centroamérica, recién salía de décadas de dictaduras militares, guerras civiles y masivas luchas sociales por la democracia. Para Honduras se abrió un capítulo de persecución de líderes políticos democráticos, juicios amañados, cárcel, desapariciones forzadas, torturas, exilios y muchas otras arbitrariedades, pretendiendo erradicar las ideas de cambio social y político que había sembrado el carismático presidente Manuel Zelaya Rosales.
La lucha de resistencia contra el golpismo se prolongó por años, mediante la participación en los procesos electorales de 2013. 2017 y 2021, por un lado, como con las multitudinarias movilizaciones populares, exigiendo el retorno a la constitucionalidad y a las libertades civiles. En ese afán decenas de hondureñas y hondureños sacrificaron su vida, en manos de los represores. Finalmente, la convergencia de los sectores avanzados del liberalismo histórico, encabezados por Zelaya Rosales, en aquellos momentos en el exilio político, y diversas expresiones de la izquierda social, intelectual, cultural y política, llevó a la conformación de un nuevo instrumento de lucha: el partido “Libertad y Refundación”, LIBRE.
Hoy en día pocos dudan que LIBRE, con la candidata Xiomara Castro, ganó las elecciones presidenciales del año 2013. Pero el golpismo, atrincherado en el tradicional Partido Nacional, de signo totalmente oligárquico, impuso a Juan Orlando Hernández (JOH) a base de un fraude colosal. 4 años más tarde, el fraude volvió a frustrar la voluntad popular, forzando la continuidad en el poder del fatídico JOH, que se presentó a las elecciones burlando la Constitución del país, que prohíbe la reelección presidencial. La imposición fraudulenta de JOH, contra la propuesta electoral de LIBRE y sus aliados de aquel momento, se selló con una gigantesca represión, que le costó al pueblo hondureño centenares de víctimas, entre asesinados, heridos y encarcelados. La degeneración cada vez más marcada del segundo gobierno de JOH y su Partido Nacional, con sonados escándalos de corrupción y asociación con el narcotráfico internacional, llegó a producir tal hartazgo que en Noviembre del 2021, no hubo fraude posible que impidiera la victoria de Xiomara Castro y LIBRE en las urnas.
Lo demás ya casi es historia: JOH está condenado y encarcelado en Nueva York, por narcotráfico y otros crímenes, y Xiomara Castro está culminando su ejercicio en la Presidencia de Honduras, desde donde condujo ejemplarmente la transición de la narco-dictadura a la democracia. Este domingo 30 de noviembre se definirá si el ciclo político inaugurado por LIBRE a partir del año 2022 continúa y se profundiza. Su candidata Rixi Moncada ha hecho una campaña sumamente efectiva, poniendo al centro de su programa la democratización de la economía, en un país donde 10 familias oligárquicas y 25 grupos económicos controlan casi la totalidad de la economía y de la riqueza de la nación. Las encuestas más creíbles le dan una importante ventaja para ganar la Presidencia de la República.
La oposición conservadora, ´por su parte, se enfocó en generar un clima de incertidumbre y desconfianza hacia los resultados electorales, aderezado todo ello con una relato anti-comunista trasnochado y visceral. Han contado con el abierto apoyo, que raya en el descaro, del gobierno estadounidense. Buscan configurar un escenario “a la venezolana”, sembrando falsas acusaciones de fraude, para tratar enseguida de imponer a “su” ganador, proclamándolo “Presidente Electo” y meter a país a una crisis política y social de grandes proporciones. Para maximizar sus narrativas de fraude invirtieron colosales dineros en los medios de comunicación tradicionales y en el mundo digital, pagaron lobbystas en Washington para introducir el tema en la agenda de congresistas de ultra-derecha y, ya como último cartucho, hicieron que el mismo Donald Trump alzara su voz amenazante, señalando que Honduras sufriría si no gana su candidato derechista favorito. Quieren replicar en Honduras lo que les funcionó en Argentina apenas hace semanas.
Pero Honduras no es Argentina. Las condiciones para profundizar el proceso de refundación del país parecen asentarse sobre bases muy firmes. El gobierno de Xiomara Castro ha traído beneficios inobjetables para la gente más pobre, y la cultura política y la capacidad de movilización del pueblo, en general, se han elevado a niveles impresionantes.
En medio de un precario silencio electoral el vox populi en Honduras es lapidario: en enero próximo una mujer recibirá de otra mujer la banda presidencial, un hecho político sin precedentes en el Hemisferio Occidental y quizás en el orbe.
La opinión del autor no necesariamente responde a la línea editorial de la Agencia Hondureña de Noticias.
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