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“No hay peor error que darle poder a un pobre” Gerardo Irias

Elaborado por: Jorge Luis Oviedo

Tegucigalpa, 11 ago (AHN) La declaración del pastor evangélico Gerardo Irías —”No hay peor error que darle poder a un pobre”— constituye un enunciado paradigmático para examinar desde la teoría social, pues condensa no sólo un desprecio de clase, sino también lo que la filósofa Adela Cortina ha conceptualizado como aporofobia: el rechazo al pobre (áporos, en griego) por su condición socioeconómica.

A diferencia de la xenofobia o el racismo, la aporofobia no se basa en identidades étnicas o nacionales, sino en la negación de la dignidad y agencia política de los sectores empobrecidos. 

Aporofobia: Un marco teórico aplicable

Cortina (2017) define la aporofobia como un fenómeno estructural que naturaliza la exclusión de los pobres, presentándolos como incapaces o peligrosos para el orden establecido. La frase de Irías opera bajo esta lógica: 

-Deshumanización: Al sugerir que los pobres son intrínsecamente ineptos para ejercer el poder, se les niega su condición de sujetos políticos. Para la teología de la prosperidad que postulan varias sectas evangélicas, los pobres son el rebaño perfecto, en tanto se mantengan ignorantes, sumisos y obedientes.

– Justificación del statu quo: La afirmación refuerza la idea de que el poder debe residir en las élites capitalistas, legitimando así la concentración de riqueza y privilegios.

Un ejemplo claro en el capitalismo  es la manera cómo,  a través del sistema financiero internacional, se controla el dinero y se endeuda a los países para volver más poderosos a las oligarquías; con lo cual todos los estados son pobres, deficitarios; de modo que se vuelven incapaces de resolver los graves probelmas estructurales como la pobreza, la inflación, el desempleo, la contaminación, el deterioro ambiental, la falta de vivienda, la migración forzada, la prostitución, la delincuencia común y organizada; mientras los multimillonarios son mostrados como personas altruistas y no como lo que realmente son: depredadores y explotadores de las personas y los bienes comunes naturales. Por eso desde los medios corporativos de comunicación se sostiene que todo lo público no sirve, especialmente, cuando se trata de hacer cambios que favorecen a la clase trabajadora.

Este discurso no es anecdótico; se enmarca en una tradición histórica donde las clases dominantes han asociado la pobreza con falta de moralidad o inteligencia (Wacquant, 2008), ocultando las causas estructurales de la desigualdad; y en la que, siempre que lo necesitan, echan mano de la religión.

Odio de clase y neoliberalismo

La frase también revela un componente de odio de clase, entendido como la aversión hacia los trabajadores y marginados por parte de grupos que defienden un orden económico excluyente. Según Bourdieu (1998), este odio se manifiesta en prácticas simbólicas que estigmatizan a los subalternos, como: 

Criminalización de la pobreza: Asociar a los pobres con el caos o el populismo

-Elitismo religioso: Usar doctrinas espirituales para validar jerarquías sociales; por ejemplo, la “teología de la prosperidad”, que vincula riqueza con bendición divina. EE. UU. para contrarrestar el avance de teología de la liberación que surgió en como tendencia del catolicismo latinoamericano, fortalecieron su penetración “evangélica” en la región a través del Instituto de Religión y Democracia, The Institute on Religion and Democracy (IRD), la que se intensificó mucho más desde los gobiernos de Reagan (1981-1989).

En Honduras, este discurso ha sido instrumentalizado por las élites para resistirse a reformas redistributivas, desde la represión a sacerdotes de la Teología de la Liberación en los 80 hasta el apoyo eclesiástico al golpe de 2009 contra Manuel Zelaya.  

Implicaciones políticas actuales  

La estigmatización de los pobres en el debate público —como la de Irías— busca: 

-Deslegitimar al gobierno de Libre, cuyo apoyo electoral proviene mayoritariamente de sectores populares, de la clase trabajadora: obreros, campesinos, docentes de todos los niveles, pueblos originarios,etc. 

-Naturalizar la exclusión, presentando la participación política de las mayorías como una amenaza a la estabilidad o al orden que ha imperado por décadas. 

Como señalan Fraser y Honneth (2003), la lucha por el reconocimiento es inseparable de la redistribución económica. Por ello, la frase no es solo un insulto, sino un acto de violencia simbólica que refuerza la dominación. 

Conclusión 

La afirmación del señor  Irías (ciudadano de acuerdo con la Constitución de Honduras) es un ejemplo explícito de aporofobia y odio de clase, en tanto niega la capacidad política de los pobres y justifica su exclusión del poder.

Su aparición en un contexto de movilización conservadora no es inocente: refleja el pánico de las élites ante la posibilidad de que Honduras avance hacia un modelo más inclusivo, más equitativo, más justo y más digno; en el que, el acceso a bienes materiales y culturales, marque en el país, un antes y un después. A eso le tienen terror los voceros como el señor Irías en lo religioso o, como Renato Álvarez en los periodístico.

Posdata

           “LOS NADIES”, de Eduardo Galeano (1940-2015)*

Sueñan las pulgas con comprarse un perro
y sueñan los nadies con salir de pobres,
que algún mágico día
llueva de pronto la buena suerte,
que llueva a cántaros la buena suerte;
pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy,
ni mañana, ni nunca,
ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte,
por mucho que los nadies la llamen
y aunque les pique la mano izquierda,
o se levanten con el pie derecho,
o empiecen el año cambiando de escoba.

Los nadies: los hijos de nadie,
los dueños de nada.
Los nadies: los ningunos, los ninguneados,
corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos,
rejodidos:

Que no son, aunque sean.
Que no hablan idiomas, sino dialectos.
Que no profesan religiones,
sino supersticiones.
Que no hacen arte, sino artesanía.
Que no practican cultura, sino folklore.
Que no son seres humanos,
sino recursos humanos.
Que no tienen cara, sino brazos.
Que no tienen nombre, sino número.
Que no figuran en la historia universal,
sino en la crónica roja de la prensa local.
Los nadies,
que cuestan menos
que la bala que los mata.

Del libro “LOS ABRAZOS”, 1989.

La opinión del autor no necesariamente responde a la línea editorial de la Agencia Hondureña de Noticias.

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