¿Quién controla el CNE? Poderes ocultos y luchas visibles

Elaborado por: Ester Oliva

Tegucigalpa, 11 jul (AHN) Por mucho tiempo se creyó que dentro del Consejo Nacional Electoral (CNE) solo había una voz digna y que el resto respondía a intereses oscuros. Pensábamos que eran dos consejeras tramposas contra un solo consejero íntegro. Sin embargo, la realidad reciente ha demostrado lo contrario: hay tres consejeros dignos enfrentando (Marlon Ochoa y los dos consejos suplentes) a dos figuras que, con sus decisiones y posturas, parecen estar actuando al servicio del crimen organizado. La lucha ya no es meramente técnica o política: es una batalla frontal por la democracia, por la institucionalidad y contra las mafias que quieren capturar el proceso electoral desde adentro.

La irrupción de intereses ilegítimos dentro del CNE no es casual. Se trata de una estrategia orquestada desde los sectores más conservadores del país, que ven en la democracia una amenaza a sus privilegios. La oligarquía, que históricamente ha manipulado procesos electorales a su antojo, ahora intenta repetir su vieja receta, pero el contexto ha cambiado: el fraude que pretenden imponer es tan evidente y burdo que la ciudadanía no lo permitirá tan fácilmente.

Esta nueva ofensiva de la derecha se da en un contexto de debilidad interna. Los partidos tradicionales —principalmente el Nacional y el Liberal— atraviesan una profunda crisis: peleas intestinas, alianzas por conveniencia, y una lucha de egos que supera cualquier compromiso con el país. Quieren recuperar el poder a la fuerza, no porque tengan una propuesta clara, sino porque necesitan blindarse ante las investigaciones, proteger sus privilegios y mantener intacta su cuota de poder.

Su discurso no ha cambiado en las últimas cuatro décadas: hablan de “libertad”, de “seguridad jurídica”, de “unidad nacional”, pero detrás de cada una de esas frases vacías se esconden intereses económicos, pactos de impunidad y una desconexión total con las mayorías empobrecidas.

En contraste, en el Partido Libre, a pesar de las diferencias naturales dentro de cualquier movimiento político amplio, existe una línea clara y un proyecto común: la refundación del Estado. Libre no está atrapado en disputas de egos ni en agendas personales, porque su base y su dirigencia entienden que hay algo más grande en juego: la posibilidad de construir una Honduras justa, inclusiva y soberana.

Por eso, lo que hoy ocurre en el CNE no puede verse como un simple desacuerdo entre consejeros. Es el reflejo de una disputa mayor: la resistencia de los pueblos frente a una elite que se resiste a perder el control. Y aunque intenten usar el aparato institucional para sus fines, la dignidad y la voluntad popular siguen siendo una fuerza poderosa.

Honduras ya no es la misma. La gente está atenta, vigilante y dispuesta a defender cada conquista democrática. Y si el fraude vuelve a asomarse, también volverá la indignación popular, con fuerza, con voz y con convicción.

La opinión del autor no necesariamente responde a la línea editorial de la Agencia Hondureña de Noticias.

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