¿Son las redes sociales el quinto poder?

Elaborado por: Jorge Luis Oviedo

Tegucigalpa, 5 ago (AHN) El mundo real de las sociedades o comunidades humanas es mucho más que los algoritmos. Tan evidentes es que, cuando la oligarquía en algún lugar del mundo se siente acorralada, porque ni los medios tradicionales, ni el púlpito ni las redes sociales son suficiente para acorralar a las mayorías informadas, críticas y organizadas, necesitan convocar plantones o caminatas a través de curas y pastores ciudadanos comunes y corrientes frente al estado laico para “SALVAR LA DEMOCRACIA”; olvidando que las religiones son por considerarse poseedores la verdad revelada cada una la mejor representación real de la intolerancia y de las tiranías.

Más de alguna vez habrá escuchado que las REDES SOCIALES SON EL QUINTO PODER; pero es bueno recordar que el PODER es uno solo, aunque pueda tener muchos tentáculos.

El origen de estas enumeraciones obedece, sin duda, a la ilusoria división de poderes del sistema republicano: Ejecutivo, Legislativo y Judicial; y en aquello otro, meramente ilusorio, del gobierno del pueblo y para el pueblo.

Sin embargo, la historia nos demuestra que, en las repúblicas modernas el poder verdadero está fuera del alcance de los políticos de turno. Distinto fue en otras épocas, por ejemplo, en las monarquías absolutistas, en ellas el rey y un grupo de nobles tenían el control de las armas, la economía, la justicia, es decir, la posibilidad de ejercer plenamente su voluntad para beneficio o desdicha de toda la sociedad.

También es bueno reiterar que es natural al ejercicio del poder el uso de la fuerza; la mayor parte de veces para intimidar y las otras para someter a los que se oponen o se rebelan.

La historia también nos demuestra que el poder, en todas las épocas y lugares, cuando tiene como base la propiedad privada sobre los medios productivos en esencia, el control sobre los bienes comunes naturales y culturales ya sea en un régimen esclavista o en uno republicano, lo ejerce una minoría: oligarquía o plutocracia.

El reto principal para esa minoría es mantenerse en el poder y para ello se diseñan estrategias. Así, el régimen republicano moderno con su democracia representativa se convirtió, bajo el influjo de la Revolución Industrial, en una novedosa estrategia tanto para el absolutismo monárquico como para los comerciantes e industriales más fuertes que resultaron de la primera etapa de esa Revolución Industrial.

Con su paulatina consolidación la mayoría de políticos que han asumido la representación popular han coronado su vanidad, pero su voluntad ha quedado sometida a la experimentada  minoría que controla las tecnologías más avanzadas, el comercio local y mundial, las telecomunicaciones en todas sus formas y soportes: medios impresos, audiovisuales, radiales o la internet con sus redes sociales; así que nunca ha existido la división de poderes, sino tentáculos del poder a los que se les etiqueta con enumeraciones como: la prensa  es el cuarto poder y las redes sociales son el quinto poder.

Nunca, la prensa alusión al surgimiento de la imprenta de tipos móviles, también llamada prensa, ha sido un poder aparte, en realidad se trató de otorgarle el papel que ocupó el púlpito en la antigüedad, porque desde ahí los sacerdotes primeros asesores de reyes y príncipes justificaban y afirmaban, a través de la religión, que estos eran los favorecidos de los dioses y, muy especialmente, el conjunto de prácticas productivas, laborales, sociales y políticas cotidianas que denominamos el orden establecido.

De modo que eso es lo que se ha hecho durante décadas a través de los medios de comunicación, justificar la democracia representativa, justificar la república controlada por los más hábiles comerciantes, banqueros e industriales, sustitutos oligarcas de los reyes y príncipes de otras épocas.

En sus manos se encuentra el monopolio financiero, comercial, la industria militar, los fármacos, los satélites, los medios de comunicación, entre los que debemos incluir la internet con sus redes sociales; y de manera más reciente, los modelos de inteligencia artificial.

Y si bien existe un reducido grupo (porcentualmente hablando) de personas que usan las redes para censurar el capitalismo y sus prácticas depredadoras, la gran mayoría las usa para hacer trascender el ambiente del barrio y la cuadra, es decir, las quejas, los chismes y las idioteces; y, por otra parte, sin darse cuenta, se deja manipular sin resistencia para, finalmente, convertirse en zombi.

Así, pues, mientras los grandes y siempre minoritarios grupos oligarcas han impuesto la globalización del poder comercial, financiero, mediático y reducido los países a marcas de segunda clase; y a franquicias de los organismos de crédito internacional, las multitudes, vuelven viral la estupidez o trastocan impunemente el pensamiento de reconocidos filósofos, científicos y escritores; y son, por ingenuidad, manipuladas para que surjan primaveras árabes o centroamericanas que claman la intervención de los países hegemónicos para solventar los problemas que aquellos les crearon décadas atrás, para tener el control del actualmente disponen.    

Quede claro, entonces que, por ahora, las redes sociales no son más que otro de los tentáculos del poder de los oligarcas capitalistas del planeta.

Por otra parte, la mayoría de los que conforman esa oligarquía, se dan el lujo de no dar la cara. Para eso están sus “políticos de oficio”, la nueva clase de cortesanos surgidos en los últimos siglos. Ellos son los que dirigen los países, legislan local o internacionalmente y los que aplican la justicia de las élites. Son su servidumbre mayor, sus mayordomos calificados.

En el pasado los reyes se veían obligados, si no estaban muy viejos, a dirigir la lucha armada en el frente.

Hoy, los mayores oligarcas, a través de cabildeos legales, aprueban intervenciones, invasiones armadas para imponer la libertad y la democracia y ver en la comodidad de sus estancias de ciudad o campo, las guerras en que se prueba la efectividad de una nueva generación de armas y fármacos que le venden a los gobiernos en grandes cantidades y, a la clase media a través de las farmacias; así mientras la niñez disfruta de historietas, las mujeres con escasa escolaridad, de melodramas; y los obreros del deporte y series policiales y otras yerbas que exaltan los sentidos y las hormonas, mientras ellos (los oligarcas) contemplan en vivo la tragicomedia de la mayoría, en tanto sus fortunas siguen aumentando tan excesivamente que, menos de cien personas, acaparan año con año, más del 60% de la ganancia del PIB mundial. Esa es la verdadera voluntad de los Dioses que pueblan el Olimpo actual.

Así de desigual es el mundo edificado por los capitalistas y sus reglas, todo lo demás son cuentos, sueños, ficciones, corazonadas y adivinadores que dicen que David puede vencer a Goliat a pedradas.

Probado está que los soldados y los policías antimotines: protegidos por armaduras modernas (que nos hacen recordar la soldadesca española durante la conquista) se enfrentan a multitudes inconformes, pero indefensas que claman a los poderosos. Y las piedras no son efectivas contra esos pocos policías que son, muchas veces, tan débiles como una tortuga o un caracol sin su caparazón, tal como pasó durante más de 12 años en Honduras, después del golpe de estado de 2009.

El mundo real de las sociedades o comunidades humanas es mucho más que los algoritmos. Tan evidentes es que, cuando la oligarquía en algún lugar del mundo se siente acorralada, porque ni los medios tradicionales, ni el púlpito ni las redes sociales son suficiente para acorralar a las mayorías informadas, críticas y organizadas, necesitan convocar plantones o caminatas a través de curas y pastores (ciudadanos comunes y corrientes frente al estado laico) para “SALVAR LA DEMOCRACIA”; olvidando que las religiones son (por considerarse poseedores la verdad revelada cada una) la mejor representación real de la intolerancia y de las tiranías; porque:  “El Dios del Antiguo Testamento es quizás el personaje más desagradable de toda la ficción: celoso y orgulloso de serlo; un mezquino, injusto, controlador sin perdón; un limpiador étnico vengativo, sediento de sangre; un misógino, homófobo, racista, infanticida, genocida, filicida, pestilente, megalómano, sadomasoquista, acosador caprichosamente malévolo.” 

Richard Dawkins, EL ESPEJISMO DE DIOS, Ed. 2006, p. 51.—

La opinión del autor no necesariamente responde a la línea editorial de la Agencia Hondureña de Noticias.

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