También estamos en “shock”: El golpismo e intervencionismo no puede ser sinónimo de Paz

Elaborado por Juan Urquía

Tegucigalpa, 10 oct (AHN) El anuncio del Premio Nobel de la Paz 2025 para la activista del golpismo venezolano, María Corina Machado ha causado asombro, indignación e incredulidad, y no solo a ella la ha dejado en “shock”, sino al mundo entero, ya que lejos de celebrar la paz, este galardón simboliza la condescendencia de ciertos poderes con discursos de confrontación y oportunismo político.

¿Cómo premiar a alguien que, con respaldo extranjero, exige sanciones leoninas contra su propio pueblo y solicita invasiones militares de Estados Unidos contra sus propios hermanos? Ese “premio” se torna entonces en una peligrosa legitima­ción de agresiones y violencia, disfrazadas de “democracia”.

Que María Corina Machado afirme estar “en shock” cuando recibe semejante reconocimiento —y que lo diga desde una clandestinidad política— revela lo mucho que ella misma sabe que algo no cuadra.

No es solo falsa modestia: es un síntoma de que ella misma no cree que merezca ese premio, y de que el premio mismo es una construcción instrumental. Si ni ella se lo cree, ¿Cómo pretender que otros lo aceptemos sin reparos?

El Nobel debería honrar a quienes promueven la paz con acciones concretas, no premiar a quienes exacerban conflictos internos y externos. Machado ha sido clara: su proyecto incluye sancionar a Venezuela, aislarla diplomáticamente y abrir la puerta para intervenciones.

Esa estrategia no busca la reconciliación, sino que fomenta la división, la polarización y la dependencia extranjera. Un verdadero Premio de la Paz debería tender puentes, no levantar escenarios de guerra disfrazados de democracia. Sin embargo, la política mundial se aleja cada vez más de la razón, ya que mientras el mayor genocidio de la historia moderna ocurre ante los ojos del mundo, miles siguen muriendo en Gaza, sin acciones concretas en contra de los agresores.

Otra de las razones que nos deja en “shock” tras conocerse el premio otorgado a Machado es su abierto respaldo al intervencionismo y, en particular, a la política exterior del régimen israelí. Su apoyo a la ofensiva militar en Gaza —que en dos años ha dejado más de 66 mil muertos— resulta moralmente incompatible con cualquier noción de paz.

Premiar a quien justifica un genocidio y al mismo tiempo se presenta como símbolo de reconciliación es una contradicción que deslegitima al propio Nobel.

Si premias a alguien que pide intervención militar, sanciones y muerte contra su propios hermanos estás legitimando que esos métodos sean exportables a otros contextos.

¿Por qué no darle el Nobel a Trump o Netanyahu, que también defienden la “seguridad nacional” a costa de matar civiles? O mejor aún revivamos a Hitler y lo nominan, ya que todos los discursos autoritarios pueden enmascararse de “lucha por la libertad”.

Premiar a representantes de la ultraderecha moderna, neo-políticos que promueven sanciones, injerencia y violencia— solo envía señales peligrosas, es decir, que el “orden liberal” tolera legitimaciones de guerra siempre que tengan etiqueta derechista.

Es hipócrita condenar pueblos solo porque se niegan aceptar imposiciones imperialistas, mientras se validan esfuerzos de golpe de Estado y destrucción institucional cuando son dirigidos desde la oposición “democrática”.

El galardón a María Corina, entonces, no solo repudia a quienes defienden un nuevo orden político, sino que socava la idea misma de paz universal, ya que abiertamente ha motivado la idea de que se de un golpe de Estado en Venezuela, grita a los cuatro vientos que se intervenga militarmente el país e indirectamente motiva la violencia contra su propio pueblo, por eso seguimos en “shock”.

¿Cómo conciliar el Nobel con figuras que abogan por cruentas sanciones destinadas a castigar poblaciones enteras? Eso no es un acto de redención, sino de venganza política. Y la venganza no construye paz: solo perpetúa traumas y resentimientos.

Por último, este Premio Nobel a María Corina Machado retrata la decadencia ética de los grandes símbolos internacionales, cuando instituciones como el Comité Nobel legitiman discursos de guerra, sanción y agresión, pierden autoridad moral.

Puede que hoy parezca “moderado” pedir sanciones e invasiones, mañana será costumbre. Y cuando eso ocurra, nadie podrá reclamar nobeles genuinos. Después del anuncio del premio “seguimos en shock” tampoco lo podemos creer.

La opinión del autor no necesariamente responde a la línea editorial de la Agencia Hondureña de Noticias.

PUEDES LEER: El siglo XXI: el siglo de las mujeres

Anterior

Fuerzas Armadas de Honduras erradican plantación de marihuana en zona oriental

Siguiente

Balotaje y derecha en Bolivia

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Populares