Un tratado de paz impuesto: táctica, resistencia y espejismos

Elaborado por: Lois Pérez Leira

Tegucigalpa, 10 oct (AHN) El supuesto tratado de paz anunciado con grandes titulares no es más que una imposición revestida de diplomacia. En realidad, se trata de un movimiento diseñado por la administración Trump y aceptado de forma táctica por las partes más presionadas, no por convicción ni por justicia. Ni Estados Unidos ni el Estado israelí han cumplido jamás los acuerdos firmados en el pasado; no hay razones para pensar que esta vez será distinto.

El alto el fuego anunciado es, sin duda, un alivio temporal y un balón de oxígeno para una población exhausta en Gaza, que lleva meses —años, en realidad— sometida a un castigo colectivo sin precedentes. Pero su cumplimiento será parcial, como demuestra la experiencia histórica y las intenciones explícitas del aparato político y militar israelí. Aun así, la resistencia palestina ha logrado mantener una posición digna, incluso cuando su margen de maniobra en Gaza se ha visto reducido al mínimo, cercada no sólo por el asedio militar, sino por presiones, complicidades y traiciones de distintos actores regionales e internacionales.

Es importante distinguir entre el llamado “plan de Trump” y el actual alto el fuego. El primero, en esencia, no es más que un intento de reconfigurar el tablero político de Oriente Próximo bajo la hegemonía estadounidense e israelí. El segundo, en cambio, surge de un momento concreto: el fracaso del intento de eliminar al equipo negociador de Hamás en Qatar precipitó la necesidad de un alto el fuego que evitara una escalada regional y un mayor desgaste diplomático.

Sin embargo, la guerra no ha terminado. Contra Israel, los frentes siguen abiertos: el militar, el diplomático, el mediático y el moral. La tarea ahora es consolidar y coordinar esos frentes, fortalecer la unidad de acción y aprovechar el momento político para construir un horizonte común de resistencia y dignidad.

Mientras tanto, los regímenes árabes, la Autoridad Palestina y Turquía buscan capitalizar la situación para sus propios intereses: estabilizar sus economías, fortalecer sus posiciones internas o recuperar relevancia internacional. Pero todos ellos son conscientes de que el 7 de octubre marcó un punto de no retorno. Aquel día fue un terremoto no sólo para Israel, sino también para los regímenes árabes que basaban su estabilidad en el silencio y la sumisión.

La paz que se anuncia hoy no es la paz verdadera. Es un alto el fuego precario que oculta, bajo la retórica de la diplomacia, la persistencia de una ocupación y de una estructura de dominación. La verdadera paz solo llegará cuando haya justicia para Palestina. Y ese día aún no ha llegado.

La opinión del autor no necesariamente responde a la línea editorial de la Agencia Hondureña de Noticias.

JAS

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