• septiembre 13, 2025

Una marcha reaccionaria en plena democracia transformadora

Elaborado por: Lois Pérez Leira

16 ago (AHN) Hace apenas unos días, diversos sectores de la jerarquía de la Iglesia Católica junto a pastores evangélicos neopentecostales convocaron una marcha contra el gobierno de Xiomara Castro.

Este acto, profundamente conservador y desestabilizador, se presenta como un nuevo capítulo en el tensión creciente entre visiones cristianas antagónicas en Honduras y un proyecto político profundamente inspirado en el cristianismo revolucionario.

1. Un bloque reaccionario con arraigo eclesial

La jerarquía católica tradicional, históricamente vinculada a las élites conservadoras del país, ha venido operando —en algunos casos— desde la resistencia silenciosa al Papa Francisco y su llamado al diálogo, a la justicia social y a una Iglesia más cercana a los pobres. Esta marcha, vista por muchos, refleja esa misma resistencia a procesos transformadores y solidarios encarnados en gobiernos populares.

2. Neopentecostalismo como herramienta de desvío político

Los pastores neopentecostales que participan de esta movilización son parte de una corriente religiosa que —según críticos— ha sido financiada y cooptada por estrategias geopolíticas estadounidenses (CIA) para debilitar las corrientes cristianas progresistas. Su presencia en la marcha no es casual: constituye una fachada espiritual para legitimar un proyecto político afín a intereses externos.

3. El blanco real: un gobierno democrático con raíces cristianas populares

El gobierno de Xiomara Castro, respaldado por figuras como Mel Zelaya y Rixi Moncada, representa una corriente política profundamente influenciada por los valores del Evangelio —pero desde una perspectiva de justicia e igualdad social. Su trayecto político ha sido una encarnación del llamado cristiano a liberar a los empobrecidos y construir una sociedad más justa. Esa visión choca frontalmente con los sectores religiosos que priorizan la defensa del statu quo.

4. Un fracaso anunciado al golpismo religioso

Esta marcha no solo representa un intento de socavar un proceso democrático de origen popular; también es la reapertura de heridas del pasado reaccionario, empeñado en frenar el avance de un modelo de gobierno inclusivo y cristiano. Sin embargo, la sociedad hondureña ha cambiado. El electorado y la ciudadanía muestran cada vez más claridad sobre quiénes defienden un país con justicia social y quiénes se aferran a privilegios conservadores.

Por eso, el resultado más probable de esta convocatoria es su fracaso político: una acción destinada al pasado, desconectada de un pueblo que ya no baila al ritmo de discursos autoritarios ni se deja dividir por intereses confesionales excluyentes.

La marcha congrega a fuerzas religiosas conservadoras —la jerarquía católica reaccionaria y sectores neopentecostales— como agentes políticos reaccionarios.

Enfrenta a un gobierno democrático fuertemente enraizado en los valores del cristianismo popular.

Frente a una convocatoria diseñada para desestabilizar, la esperanza reside en un fracaso político que fortalezca la legitimidad del modelo democrático transformador de Honduras.

La opinión del autor no necesariamente responde a la línea editorial de la Agencia Hondureña de Noticias.

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