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Elaborada por: Rafael Méndez
“El problema de nosotros es cómo evitar el fraude, tenemos el pueblo, tenemos la gente para ganar, pero nuestro enemigo principal sigue siendo el fraude”, fue la recurrente respuesta que recibí ante la pregunta de las posibilidades electorales de LIBRE en los comicios 2013-2017.
18 jun (AHN) La historia política de Honduras ha estado marcada por la sombra de la desconfianza electoral, un espectro que parece resurgir cada vez que el país se acerca a una nueva contienda en las urnas.
Recientemente, la abogada Rixi Moncada, candidata presidencial del oficialista Partido Libertad y Refundación (Libre), ha revivido estas preocupaciones al denunciar un intento de fraude en el Consejo Nacional Electoral (CNE) de cara a los comicios generales de noviembre.
Su advertencia no es menor: acusa a sectores políticos tradicionales de preparar un esquema similar que permitió el fraude en los procesos de 2013 y 2017.
Esta denuncia de Moncada no hace más que traer a la memoria un dilema recurrente que ha enfrentado LIBRE. Dirigentes del partido han expresado, en diversos escenarios internacionales, que su principal obstáculo para asegurar la victoria electoral no es la falta de apoyo popular, sino la amenaza constante del fraude.
“El problema de nosotros es cómo evitar el fraude, tenemos el pueblo, tenemos la gente para ganar, pero nuestro enemigo principal es el fraude”, una frase que sintetiza la percepción arraigada dentro del partido sobre los procesos electorales pasados.
El Eco de las Elecciones 2013 y 2017
Las elecciones generales de 2013, donde Juan Orlando Hernández, del Partido Nacional, fue declarado ganador frente a Xiomara Castro de Libre, estuvieron plagadas de denuncias de irregularidades.
Inicialmente, Castro mantenía una ventaja significativa en el conteo de votos, pero una inexplicable interrupción en el sistema de transmisión de resultados por parte del Tribunal Supremo Electoral (TSE) fue seguida por un vuelco drástico en el resultado, dándole la victoria a Hernández.
Las acusaciones de compra de votos, alteración de actas, inconsistencias en el padrón electoral y otras anomalías fueron generalizadas, provocando masivas protestas post-electorales y un profundo sentimiento de deslegitimación.
Cuatro años después, en 2017, la historia pareció repetirse, pero con un grado aún mayor de controversia y violencia. Juan Orlando Hernández buscaba la reelección, a pesar de que la Constitución hondureña lo prohibía expresamente, lo que ya de por sí generó un clima de tensión.
El recuento de votos nuevamente se detuvo de forma abrupta cuando Salvador Nasralla, candidato de la Alianza de Oposición contra la Dictadura (que incluía a Libre), lideraba los resultados.
Al reanudarse, la tendencia se invirtió, declarando a Hernández como el ganador. Las protestas se multiplicaron, siendo brutalmente reprimidas y dejando un saldo trágico de muertos y heridos. Incluso la Organización de Estados Americanos (OEA) señaló graves irregularidades y recomendó la repetición de las elecciones, una sugerencia que fue ignorada.
La Estrategia de la Vigilancia Activa
Las experiencias de 2013 y 2017 han moldeado la postura de LIBRE y otros sectores sobre la necesidad imperante de una “vigilancia activa”. Esta estrategia implica no solo la observación de los procesos, sino también la denuncia proactiva y la movilización ciudadana para salvaguardar la voluntad popular.
Las recientes declaraciones de Rixi Moncada sobre la “manipulación de actas” mediante una “Segunda Transcripción Pública” y la vinculación de estas maniobras a un “esquema de fraude” del pasado, demuestran la persistencia de esta alerta.
La candidata de LIBRE ha enfatizado que la movilización será un pilar fundamental para enfrentar cualquier intento de fraude. Anunció jornadas de movilización nacional, coincidiendo estratégicamente con el aniversario del golpe de Estado de 2009, buscando recordar la lucha por la democracia y la resistencia popular.
La confianza de LIBRE en su capacidad de ganar en las urnas, como en los comicios del 2021, vuelve a depender directamente de su habilidad para “derrotar el fraude” y las prácticas que fueron ejecutadas por el bipartidismo y figuras asociadas a la corrupción y el narcotráfico en períodos anteriores. En este escenario, la “vigilancia activa” se convierte en la principal herramienta para alejar el fantasma de un fraude colosal y garantizar la transparencia electoral en Honduras.
La opinión del autor no necesariamente responde a la línea editorial de la Agencia Hondureña de Noticias.
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