Congreso hondureño recibe anteproyecto de Presupuesto General de 2026
Elaborado por Rafael Méndez
24 ago (AHN) La incursión militar en aguas del Caribe busca crear un cuadro de guerra psicológica, engañar a la opinión pública, pero aun así esa aventura no es descartable del todo por la dirigencia chavista, por lo que advierten que “podrían entrar, pero lo difícil es que puedan salir”
El siglo XXI se perfila, en todo caso, como un escenario donde el gigante de ayer tendrá que aprender a convivir con pares más fuertes y más ambiciosos. En ese tablero, la soberbia o la negación pueden costarle caro, mientras que la humildad estratégica puede abrirle una segunda oportunidad. La respuesta, y la historia, están por escribirse.
La idea de un Estados Unidos invencible, destinado a liderar eternamente la economía, la tecnología y la política mundial, ha comenzado a resquebrajarse ante los ojos de los propios expertos. Lo que hasta hace poco se discutía como un posible escenario lejano, hoy es visto como una realidad en marcha que obliga a preguntarse no si el declive ocurrirá, sino cuán profundo será y si el país tendrá la capacidad de reinventarse a tiempo.
En la mira del impero
El Caribe vuelve a ser colocado en la mira del imperio, aunque el propio poder del norte debe estar consciente de que se le ha hecho demasiado tarde, aunque esta vez el pretexto es la lucha contra el narcotráfico, el plan dirigido a cercar y asfixiar a la República Bolivariana de Venezuela, así como a generar un escenario de guerra psicológica en la región.
El guion no es nuevo: Estados Unidos recurre a la misma estrategia de camuflar intereses geopolíticos bajo causas supuestamente legítimas, como ya lo hizo en otras épocas con la Primera Guerra Mundial y la Guerra Fría, luego de la Segundo Guerra Mundial.
En 1916 ocupó militarmente a República Dominicana bajo el argumento de impedir que Alemania utilizara el Caribe como puerta de entrada en plena conflagración mundial, y a partir de 1945, con la derrota del nazismo aún fresca, se volvió a justificar la injerencia con la amenaza de detener el avance del comunismo, lo que consolidó a la isla como cabeza de playa para las operaciones imperiales.
Hoy, con el presidente Donald Trump como rostro visible, se reedita el mismo libreto: la excusa del narcotráfico abre paso a despliegues militares y mediáticos que buscan imponer un clima de miedo y control, aunque lo que se exhibe cada vez más es la fragilidad de un imperio que ya no domina sin resistencia.
Un mundo que ya no se arrodilla
El intento de reeditar viejas fórmulas se da en un contexto internacional muy distinto al del siglo pasado. China, Rusia y los países del bloque BRICS han comenzado a configurar un orden multipolar que desafía de manera directa la hegemonía estadounidense. Con nuevas rutas comerciales, cooperación energética y tecnológica, e intercambios que desplazan progresivamente al dólar, se construye un tejido de alianzas que reduce el margen de maniobra de Washington.
La guerra comercial desatada por Trump contra China es un ejemplo de cómo la soberbia imperial puede volverse en contra de sus propios intereses. Lejos de frenar a su rival, esa estrategia abrió grietas que dejaron en evidencia las debilidades estructurales de Estados Unidos, debilitando cadenas de suministro, encareciendo costos internos y alimentando la percepción de que el tigre ya no es invulnerable. El mundo multipolar no es un proyecto en construcción, es una realidad palpable que erosiona cada día la capacidad de dictar unilateralmente las reglas.
El desembolle del tigre de papel
Las acciones en el Caribe, disfrazadas de lucha contra el narcotráfico, revelan más un gesto de desesperación que de fortaleza. El imperio necesita reafirmar su presencia en la región para enviar un mensaje de poder, pero lo que proyecta es la fragilidad de un tigre de papel que se va desembollando.
La deuda interna descontrolada, la creciente fractura social y la polarización política en Estados Unidos reflejan un sistema que ya no logra cohesión ni dentro de sus propias fronteras.
A pesar de que el aspaviento imperio busca engañar a la opinión pública y la pretensión, de antemano abortada, de atemorizar la resistencia chavista, parece remota la posibilidad de que asuma el riesgo de intervenir militarmente la República Bolivariana de Venezuela. Los referentes más cercanos muestran que Estados Unidos ha salido, como se dice en buen dominicano, “con la sábana en un canto”, expresión que alude a retirarse vergonzosamente derrotado después de un esfuerzo vano.
Donald Trump encarna la soberbia de ese cóndor que intenta volar demasiado alto, desafiando los límites de la realidad. Pero el sol de un nuevo orden internacional derrite sus alas. Como advirtió Mao, el tigre puede parecer fiero, pero está hecho de papel. Y en el Caribe, donde hoy pretende reeditar viejas jugadas, lo que se evidencia es que el imperio, en manos de Trump, expone ante el mundo que su poderío ya no es más que una sombra que se deshace.
La opinión del autor no necesariamente responde a la línea editorial de la Agencia Hondureña de Noticias.
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