Venezuela y Rusia reafirman cooperación estratégica ante hostilidades en el Caribe
Elaborado: Lois Pérez Leira Leira
Tegucigalpa, 21 dic (AHN) La historia parece repetirse, pero con métodos cada vez más descarados y violentos. Lo que hoy presencia el mundo bajo las órdenes de la administración de Donald Trump no es otra cosa que un ejercicio de piratería moderna, disfrazado de legalidad interna para ejecutar un robo a plena luz del día en aguas internacionales.
La reciente confiscación de buques petroleros vinculados a Venezuela representa una violación flagrante de toda la legislación marítima internacional y del principio de libertad de navegación. No se trata de un simple embargo o de una medida administrativa; es el apoderamiento forzoso de activos y recursos que pertenecen legítimamente al pueblo venezolano, un acto que el derecho internacional clásico debería definir sin ambages como un delito de robo y agresión.
Este zarpazo no es un hecho aislado, sino una pieza clave en una guerra psicológica y económica de largo aliento que busca quebrar la columna vertebral de la nación. Al secuestrar estos barcos y su carga, Washington intenta anular la capacidad de comercio del país, impidiendo que se obtengan los recursos necesarios para el bienestar social, mientras siembra el terror marítimo para intimidar a cualquier socio comercial que ose transitar por aguas libres.
Es un intento desesperado por imponer la ley de la selva donde solo manda el más fuerte, utilizando el chantaje y la fuerza bruta para asfixiar la economía de un pueblo entero.
Lo más alarmante de esta provocación es el silencio estruendoso de los organismos internacionales que, en teoría, deberían velar por el orden y la justicia mundial. Mientras se secuestran tripulaciones y se confiscan cargamentos sin juicio previo ni base legal sólida, las instituciones llamadas a proteger la paz guardan una neutralidad que raya en la complicidad.
Este silencio permite que se asiente un precedente nefasto: la idea de que cualquier potencia puede robar los recursos de otra solo por diferencias ideológicas. Sin embargo, a pesar de este asedio y de los intentos por ahogar la voluntad nacional, Venezuela se respeta. La soberanía no es un botín de guerra para piratas imperiales, sino un derecho inalienable que se defiende con dignidad ante el mundo.
La opinión del autor no necesariamente responde a la línea editorial de la Agencia Hondureña de Noticias.
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