Presidenta de Honduras reafirma compromiso con la transformación nacional
Elaborado por: Jaime Flores Cedeño – Profesor de Filosofía e Historia y abogado especialista en Derecho Laboral
14 jul (AHN) Los orígenes de la Revolución francesa no debemos buscarlos en los hechos inmediatos, sino en los antecedentes que marcaron el camino de su realización. Francia, en 1789, había acumulado siglos de gobiernos monárquicos caracterizados por la desigualdad y la explotación de mano de obra campesina y artesanal, propios del modo de producción feudal, que tenía la bendición de la Iglesia Católica.
En esta época, Europa, fue arropada por espacio de ocho siglos bajo un manto de oscurantismo, donde la palabra y el pensar estaban prohibidos, a no ser, que fuera para inclinarse ante los señores feudales y el dominio papal que mantenía su imperio con las indulgencias, proceder religioso utilizado para despojar a los pobres de lo poco o casi nada que poseían.
Las persecuciones, torturas y crímenes, no tuvieron límites y se intensificaron con la puesta en ejecución de la “Santa Inquisición”, que envió a la hoguera a científicos como: Giordano Bruno y religiosos de la estirpe de Girolamo Savonarola, ni hablar de los estragos que causó hacia la población aborigen de América al arribo de los españoles que cristianizaban con la cruz y la espada.
El ASCENSO DE LA BURGUESÍA:
El absolutismo del medioevo se enfrentó desde el siglo XV a una nueva clase social que daba sus primeros pasos de origen burgués. Su transitar fue abriendo espacios con el tiempo, optando por situarse en las periferias de los feudos. Estos proto burgueses eran pequeños comerciantes y artesanos impulsados por el ánimo de obtener riquezas y no vivir atados al centralismo feudal.
Con el desarrollo de la burguesía aparecerán corrientes filosóficas de ilustrados, dando lugar al renacimiento de la cultura y el pensamiento de la antigua Grecia y Roma. Este transitar liberal que duró siglos, tuvo su máxima expresión en 1789, con la Revolución francesa, que puso fin a la monarquía de Luis XVI, cuya cabeza y la de su esposa María Antonieta, quedaron en la guillotina, como un símbolo de la fortaleza y liberación de los pueblos ante la opresión y el despotismo de los gobernantes.
LA REVOLUCIÓN:
La población francesa en 1789, era en su mayoría pobre en la ciudad y el campo. Los lujos de la nobleza, el despilfarro y los elevados impuestos, sumado al aumento del precio de los alimentos, esencialmente, del pan, hicieron estallar a la Nación, al grado que el Rey Luis XVI, no le quedó otra opción que convocar a los Estados Generales, institución que no se reunía desde 1614, integrados por el Clero y la Nobleza (2 por ciento de los habitantes) y, el Tercer Estado, compuesto por desposeídos en su mayoría y sectores de la burguesía ascendente, ambos constituían el (98 por ciento) de la población. Francia contaba para ese entonces con 26 millones de habitantes, lo que evidencia la desigualdad social y la lucha de clases que se producía.
En el interregno que se extiende de 1789 a 1799 con el 18 Brumario, fue una época de caos político y social, donde la burguesía asumió el mando de la Nación para fortalecer su condición de clase. Los ideales de Igualdad, Libertad y Fraternidad, proclamados en la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano, se principiaban en teoría para Francia, aunque en la práctica continuó la división de clases y la explotación desmedida. En el caso de las colonias que mantenían en el Caribe y otras regiones del mundo nada cambió, la esclavitud siguió siendo la norma, no obstante, hubo rebeliones ejemplares como la de Haití en 1804, que fue la primera República Negra independiente y la segunda Nación en independizarse de los dominios de Europa en América.
Francois René De Chateaubriand, sintetizó este período al decir que: “La Revolución francesa no procede de tal hombre, de tal o cual libro, procede de las cosas…procede, sobre todo, del progreso de la sociedad al mismo tiempo hacia las Luces y hacia la corrupción; por eso pueden verse en esta Revolución tantos principios excelentes y tantas consecuencias funestas. Los primeros derivan de una teoría ilustrada, las segundas de la corrupción de las costumbres. Este es el auténtico motivo de esa incomprensible mezcolanza de crímenes injertados en un tronco filosófico”.
La Revolución francesa implicó la catapulta de una nueva clase social que se extendió por Europa en el siglo XIX, apropiándose de los medios de producción y de la riqueza colectiva de los estados en su etapa monopólica, después se expandirían como imperios, como lo dijera Lenin en su obra “Capitalismo fase superior del Imperialismo”.
Para abultar sus fortunas pusieron en marcha la explotación sistemática del proletariado en las fábricas, que incluía a niños y mujeres. Federico Engels describe esta condición inhumana en su obra “La situación de la clase obrera en Inglaterra”, que es fundamental para comprender este período histórico, igual lo hace este autor con Carlos Marx en el Manifiesto Comunista de 1848.
NUEVOS OPRESORES
La burguesía pasó a convertirse en una clase opresora, inclusive, peor, que sus antiguos enemigos feudales, con la diferencia, que lo harán en nombre de la democracia y libertad. En el Manifiesto Comunista se señala que: “En lugar de la explotación velada por ilusiones religiosas y políticas, ha establecido una explotación abierta, descarada, directa y brutal”.
Los principios emanados de la Revolución del 14 de julio de 1789, olvidados por la burguesía, continúan vigentes en los trabajadores, campesinos, indígenas, estudiantes, profesionales y pueblos que luchan por un mundo mejor, donde prevalezca la verdadera democracia e igualdad y el derecho a vivir dignamente, sin opresores, ni oprimidos.
A 236 años de la Revolución francesa, es importante acotar, que los pueblos representan el sujeto histórico de los cambios políticos, económicos y sociales, y que para enfrentar al sistema capitalista dominante que se sostiene en la mayoría de las naciones de América Latina y el Mundo en base a la represión sistemática policial y de sus ejércitos, el control de los medios de comunicación, la acumulación de riquezas, la judicialización de dirigentes, el concepto de democracia excluyente, falsas promesas, el control de los medios de producción y la educación de las masas orientadas a ser dóciles ante los poderes burgueses y apartadas del pensamiento crítico, hace falta el fortalecimiento de las estructuras de organización popular, la unidad de principios y de acción, el liderazgo, dejar a un lado los vanguardismos, la presentación de propuestas consensuadas y ponderar constituir un poder político electoral popular y transformador, que haga frente al aparato burgués del Estado y todas sus ramificaciones.
Las experiencias electorales en México, Honduras, Colombia, Brasil, Uruguay y Venezuela, por mencionar unos ejemplos, conllevan a pensar que una Segunda Revolución francesa, pero de contenido popular ya inició hace varias décadas en el Continente, con el liderazgo del Comandante Hugo Chávez y otros dirigentes, que siguieron la ruta del Libertador Simón Bolívar, José Martí, Augusto César Sandino, Farabundo Martí, Fidel Castro, Ernesto “Che Guevara” y Salvador Allende, por mencionar algunos revolucionarios, que alzaron la bandera la libertad en América.
La opinión del autor no necesariamente responde a la línea editorial de la Agencia Hondureña de Noticias.
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