• septiembre 25, 2025

De Chávez a Maduro: Venezuela resiste la provocación, y apuesta a la paz

Elaborado por: Rafael Méndez

República Dominicana 23 sep (AHN) Mientras la oposición sigue dividida entre sectores radicales que claman por intervención extranjera y sectores más moderados que reconocen la necesidad de convivencia, el chavismo reafirma que el camino es la paz y la defensa de la soberanía.

Estados Unidos cambia el libreto, pero no el objetivo. Hoy viene de frente contra la República Bolivariana de Venezuela desplegando una aparatosa maquinaria militar, bajo el pretexto de combatir lo que llama narcoterrorismo, cuando en realidad lo que busca es recuperar el control de las riquezas que ya no puede saquear a su antojo.

La estrategia imperial no es nueva. Durante los últimos gobiernos de la derecha en Colombia, Washington instigó provocaciones reiteradas contra Caracas para empujar a un enfrentamiento militar, pero el entonces presidente Hugo Chávez detectó a tiempo el plan siniestro, y no cayó en la trampa, evitando una guerra que habría desangrado a dos naciones hermanas.

La amenaza, sin embargo, no se limita a Caracas. Informes de seguridad sugieren que incluso México y Colombia podría ser objeto de “acciones militares suaves” bajo el argumento de enfrentar a los carteles. El libreto es claro: fabricar una amenaza y proyectar una intervención que asegure la hegemonía regional, una estrategia inútil, desesperada y tardía.

Ante la necesidad de defender la independencia, la soberanía y la autodeterminación de Venezuela, “Si quieres la paz, prepárate para la guerra” para la dirigencia chavista significa prudencia estratégica: no provocación sino disuasión, con lo que exige fuerza organizada, diplomacia firme y unidad de todos los sociales social, político, económico, entre otros, para proteger y defender la patria de Bolívar.

Venezuela bajo asedio constante

La provocación contra Venezuela no se limita a las maniobras militares. Durante más de dos décadas, el país ha sido blanco de un cerco multiforme que combina sanciones económicas, bloqueos financieros, campañas mediáticas, intentos de aislamiento diplomático y operaciones encubiertas. Todo ello con un objetivo claro: desgastar al chavismo y provocar su caída sin importar el costo humano para millones de venezolanos.

Ese asedio se ha traducido en limitaciones para importar medicinas, alimentos y repuestos esenciales, lo que buscó generar descontento interno y responsabilizar al gobierno por una crisis inducida desde el exterior. A la par, campañas internacionales han intentado instalar la idea de que Venezuela es un Estado fallido, al tiempo que se alentaban conspiraciones militares y hasta intentos de magnicidio.

Sin embargo, el pueblo venezolano ha respondido con resistencia y creatividad. Pese a las dificultades, el país ha encontrado rutas alternativas de comercio, ha fortalecido la producción nacional y ha diversificado sus alianzas internacionales. En lugar de fracturarse, la Revolución Bolivariana consolidó sus instituciones y logró mantener procesos electorales que desmintieron la narrativa de ingobernabilidad.

Hoy, bajo el liderazgo de Nicolás Maduro, esa capacidad de resistencia se ha traducido en estabilidad política y en un repunte económico que contradice los augurios de colapso. Mientras la oposición sigue dividida entre sectores radicales que claman por intervención extranjera y sectores más moderados que reconocen la necesidad de convivencia, el chavismo reafirma que el camino es la paz y la defensa de la soberanía.

El negocio petrolero y la contradicción imperial

La contradicción de Washington se expresa con claridad en el petróleo. Mientras asfixia a Caracas con sanciones económicas y financieras, mantiene operaciones de Chevron en territorio venezolano. Buques cargados de crudo viajan con frecuencia a Estados Unidos y regresan a abastecerse con la venia del propio gobierno norteamericano. Es el doble discurso de un imperio que condena con una mano y con la otra se beneficia de la riqueza energética venezolana.

Pero el tablero geopolítico ya no es el mismo de hace dos décadas. La entrada de China en el negocio petrolero venezolano, sumada al respaldo de potencias como Rusia e Irán, garantiza que Caracas no dependa exclusivamente del comercio con Washington. Este giro estratégico se ha reforzado con la participación de Venezuela en el bloque BRICS, que avanza con firmeza en la construcción de un orden multipolar y en la desdolarización de las transacciones energéticas.

Esa realidad demuestra que el control que Estados Unidos ejerció durante décadas sobre los recursos de Venezuela ya no existe. Lo que antes fue explotación a su conveniencia, hoy se enfrenta a un Estado soberano y a un entramado de alianzas internacionales que impiden cualquier regreso a los tiempos de sumisión energética.

El tigre de papel en el Caribe

El despliegue militar estadounidense pretende exhibir poder, pero lo que refleja es debilidad. Una nación con deudas desbordadas, fracturas sociales y polarización política interna carece de la solidez que aparenta. Como advirtió Mao Tse Tung en 1946: “Todos los reaccionarios son tigres de papel. En apariencia son terribles, pero en realidad no lo son”.

Hoy, esa sentencia se confirma en Venezuela. El imperio amenaza, pero un pueblo consciente, respaldado por alianzas internacionales y fortalecido por la experiencia de años de asedio, apuesta a la paz y se prepara para resistir. Estados Unidos podrá entrar con provocaciones y agresiones, pero lo difícil será salir.

Al final, quedará atrapado en su propio laberinto, mientras Venezuela continúa defendiendo su soberanía y se convierte en ejemplo para otros pueblos que enfrentan la prepotencia de quienes aún se creen dueños del mundo. Porque resistir al imperio no es solo una obligación venezolana, es también una esperanza compartida de que un orden más justo y multipolar está naciendo.

La opinión del autor no necesariamente responde a la línea editorial de la Agencia Hondureña de Noticias.

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