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Elaborado por Leoncio Alvarado Herrera
El mes de agosto es reconocido en Honduras como el Mes de la Familia y el Matrimonio, una conmemoración que tiene sus raíces en una declaración de la Organización de las Naciones Unidas —ONU— de 1994. El objetivo de esta declaración es promover la unidad familiar como pilar esencial para el desarrollo de una sociedad. En el mismo año, el expresidente Carlos Roberto Reina decretó en Honduras la última semana de agosto como la Semana de la Familia. Posteriormente, la Iglesia Católica amplió esta celebración a todo el mes, destacando la importancia de reflexionar y fortalecer los lazos familiares en el país.
El término “familia” proviene del latín famulus, que significa “esclavo doméstico”. En la antigua Roma, el concepto incluía no solo a los parientes consanguíneos, sino también a esclavos y sirvientes. Con el paso del tiempo, este concepto ha evolucionado significativamente, dando lugar a distintos tipos de familia: nuclear, extensa, monoparental, homoparental, entre otras. Esta diversidad responde a los cambios culturales, sociales y económicos que vive la sociedad moderna.
Si la familia es la base de la organización social, surge una pregunta fundamental: ¿quién debe encargarse de fortalecerla? ¿Debe hacerlo el propio núcleo familiar o el Estado? La realidad es que ambas partes deben comprometerse en este proceso. No obstante, en contextos como el hondureño, factores estructurales como la pobreza, las carencias en educación y la violencia han debilitado profundamente a muchas familias, forzando incluso la migración masiva, como ocurrió durante la narcodictadura, cuando miles de hondureños salieron en caravanas hacia Estados Unidos.
Fortalecer y dignificar a la familia implica garantizar su acceso a derechos fundamentales y servicios básicos. El papel del Estado es esencial en este sentido. Durante la actual administración de la presidenta Xiomara Castro, se han dado pasos significativos para apoyar a las familias hondureñas, a pesar de los grandes desafíos existentes. Entre las principales acciones gubernamentales destacan:
Subsidios de energía eléctrica para más de 900 mil familias, beneficiando especialmente a comunidades rurales de bajos recursos.
Reconstrucción de más de 5,500 escuelas en todo el país, mejorando el entorno educativo para niñas y niños.
Entrega de 30,000 títulos de propiedad, brindando estabilidad a familias, en especial a pueblos originarios históricamente excluidos.
Merienda escolar diaria para 1.2 millones de estudiantes, contribuyendo a la nutrición y permanencia escolar.
Más de 300 mil becas educativas otorgadas en distintas modalidades, ampliando el acceso a la formación académica.
Distribución de 1.5 millones de bonos productivos, en apoyo a campesinos y trabajadores del sector agrícola.
Construcción de 81 canchas deportivas, promoviendo espacios recreativos y saludables para niños y jóvenes.
Establecimiento de más de 2,000 cajas rurales, facilitando el acceso a crédito para las familias emprendedoras.
Proyectos de alfabetización, como el programa “Yo sí puedo”, que ha elevado la tasa de alfabetización nacional a casi el 100 por ciento.
Construcción de ocho nuevos hospitales, para garantizar atención médica descentralizada y oportuna en todo el país.
Estas acciones han tenido un impacto tangible: la pobreza nacional ha disminuido en un 10%, reflejando que es posible avanzar en la reconstrucción social desde el fortalecimiento de las familias hondureñas.
Sin embargo, agosto no debe ser el único momento para reflexionar sobre la importancia de la familia. Este compromiso debe sostenerse durante todo el año. Aún persisten desafíos profundos: abandono, violencia, desintegración familiar y otras heridas sociales que requieren políticas públicas sostenidas y una voluntad estatal firme. Si bien los gobiernos anteriores se desentendieron de estas problemáticas, la actual administración ha dado un paso firme hacia la transformación estructural del país, sentando bases importantes para el fortalecimiento de la unidad familiar. En conclusión, reconstruir el tejido social pasa necesariamente por dignificar a la familia. Solo con un Estado comprometido, políticas integrales y una ciudadanía consciente del valor de la familia, Honduras podrá avanzar hacia una sociedad más justa, solidaria y cohesionada.
La opinión del autor no necesariamente responde a la línea editorial de la Agencia Hondureña de Noticias.
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