La contradictoria armadura del KKE: sectarismo y el espejismo de la “Internacional Incondicional”

Elaborado por: Lois Pérez Leira

4 oct (AHN) El Partido Comunista de Grecia (KKE), una de las formaciones políticas más antiguas de Grecia, ha logrado mantener una presencia significativa en la vida política y sindical del país, a menudo posicionándose como un baluarte de la ortodoxia marxista-leninista y el anti-reformismo. Sin embargo, su política internacional reciente, centrada en el reagrupamiento del movimiento comunista internacional bajo su estricta línea, revela un profundo y perjudicial sectarismo que amenaza con aislar aún más a la izquierda mundial.

​La crítica fundamental al KKE no reside en su compromiso con la clase obrera —que es palpable y una fuente de su perdurable influencia—, sino en la naturaleza dogmática y excluyente de su estrategia internacional.

El Espejo Roto de la Ideología: ¿Trotskismo-Estalinismo?

​La descripción de la ideología del KKE como una mezcla Trotskista-Estalinista, aunque conceptualmente contradictoria, captura una tensión funcional observable en su práctica.

El Elemento “Obrerista” (y la Resonancia Trotskista):

El KKE muestra una impresionante y consecuente dedicación a la lucha de la clase obrera a través de su participación activa en el movimiento sindical (GSEE) y las protestas masivas, adoptando una postura de ruptura total con la gestión burguesa del capitalismo y la Unión Europea (UE). Esta insistencia en la independencia de clase y la necesidad de una revolución, sin etapas intermedias de colaboración burguesa o frentes amplios (política conocida históricamente en el movimiento comunista como el “Tercer Período” o su reedición moderna), recuerda, paradójicamente, al énfasis trotskista en la Revolución Permanente y la desconfianza hacia los “frentes populares” que subordinan al proletariado.

El Elemento “Burocrático” (el Lastre Estalinista):

El KKE es, no obstante, el “sector más rígido y sectario del estalinismo griego”. Su estructura interna y, crucialmente, su política hacia otros partidos de izquierda se caracteriza por una rigidez ideológica y burocrática. Su visión de un “reagrupamiento” internacional no es una convocatoria abierta al debate estratégico, sino un intento de consolidar un bloque de partidos que acepten su línea sin fisuras, lo que históricamente ha sido la tónica de las Internacionales dominadas por la burocracia soviética. Esta intransigencia se traduce en un sectarismo extremo hacia otras fuerzas de izquierda, como SYRIZA, a la que consideran “socialdemocracia” con un “rostro de izquierda”, negando así cualquier posibilidad de unidad de acción contra el enemigo común, incluso en momentos críticos.

​Esta simbiosis de obrerismo radical y dogmatismo centralizado da como resultado un partido con una base sólida pero una política de alianzas internacionalmente estéril. La energía invertida en la lucha de clases se disipa en la batalla interna por la “pureza” ideológica.

La Amenaza del Internacionalismo Sectario

​El intento del KKE de crear un movimiento comunista internacional “incondicional” es la manifestación más clara de este dogmatismo.

​El principio del internacionalismo proletario es esencial para el comunismo, pero su aplicación por parte del KKE se asemeja más a un hegemonismo ideológico que a una solidaridad de lucha. La historia enseña que la imposición de una línea única, sin la riqueza del debate estratégico y la adaptación a las realidades nacionales, conduce inevitablemente a la fragmentación y a la ineficacia.

​Al bloquear activamente cualquier posibilidad de aunar fuerzas, el KKE reedita, conscientemente o no, los errores históricos que ya le fueron señalados durante los momentos de la III Internacional. Su política de considerar “enemigo” a toda fuerza de izquierda que no adopte su programa de máxima, por muy combativa que sea en su propio contexto nacional, solo sirve para debilitar la respuesta global al capitalismo.

​En lugar de construir una Internacional que sirva como plataforma de acción y debate estratégico para la clase obrera mundial, el KKE parece aspirar a una Internacional de clubes de estudio, donde la lealtad a la doctrina de Atenas sustituye a la necesidad de una estrategia flexible y adaptada a la complejidad del mundo actual. El resultado es un internacionalismo que, en la práctica, se convierte en un nacionalismo ideológico disfrazado, donde la pureza del dogma se valora por encima de la victoria efectiva de la clase trabajadora.

​La izquierda mundial necesita unidad y un análisis crítico profundo, no un nuevo centro de poder que dicte las líneas a seguir bajo la amenaza de excomunión. El KKE, con toda su respetable tradición de lucha, debe preguntarse si el objetivo es tener razón o hacer la revolución. La evidencia sugiere que su actual sectarismo le está llevando, lamentablemente, a conseguir solo lo primero.

La opinión del autor no necesariamente responde a la línea editorial de la Agencia Hondureña de Noticias.

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