Más de un siglo de injerencias: lecciones de Venezuela para la región

Elaborado por: Ester Oliva

29 ago (AHN) En la historia reciente de Venezuela se observa una constante: las intervenciones extranjeras. Ya sean intentos fallidos o efectivos, no es la primera vez que el país se ve bajo la amenaza de los imperios interesados en lo más valioso de la modernidad: el petróleo.

A principios del siglo XX, Venezuela quedó integrada al capitalismo mundial en condición dependiente. En 1902–1903, el presidente Cipriano Castro repudió el pago de la deuda externa, lo que provocó el bloqueo naval conjunto de Alemania, Reino Unido e Italia a los puertos venezolanos. Esta “Crisis de Venezuela” forzó la mediación de Estados Unidos, amparada en la Doctrina Monroe, para evitar una invasión más amplia. Tras el bloqueo, en 1908, Castro fue derrocado en un golpe interno que llevó al poder a su cuñado, Juan Vicente Gómez, con el tácito apoyo estadounidense.

Durante la dictadura de Gómez (1908–1935), Venezuela experimentó la explotación intensiva del petróleo mediante capital extranjero, especialmente estadounidense y europeo. El descubrimiento petrolero de 1914 profundizó aún más los intereses externos: compañías extranjeras controlaban gran parte de la producción y consolidaban la sumisión económica del país al imperio petrolero.

Después de la Revolución Cubana de 1959, Venezuela vivió el surgimiento de guerrillas marxistas como las FALN. Estados Unidos intervino nuevamente de forma indirecta: entrenó y asesoró a las Fuerzas Armadas en técnicas de contrainsurgencia. La “Doctrina de Seguridad Nacional” justificó la represión de movimientos armados y sociales bajo la lógica de contener el comunismo. Así, la intervención se materializó a través de armas, entrenamiento y doctrina militar.

Ya en el siglo XXI, la historia se repitió bajo nuevas formas. El 11 de abril de 2002, tras protestas masivas y una fuerte presión empresarial y mediática, un sector militar detuvo a Hugo Chávez y lo obligó a renunciar (aunque luego se demostró que no firmó la renuncia). Pedro Carmona, presidente de Fedecámaras, se autoproclamó presidente interino, con el reconocimiento inmediato de Estados Unidos. Sin embargo, una rebelión popular y militar restituyó a Chávez en menos de 48 horas. Fue un intento de cambio de régimen con respaldo internacional, aunque sin tropas extranjeras directas.

A partir de 2015, Washington declaró a Venezuela como una “amenaza inusual y extraordinaria” e impuso sanciones financieras, comerciales. La Unión Europea y otros países se sumaron en distintos momentos. Estas medidas, aunque no militares, constituyen una forma clara de intervención económica y política.

La larga historia venezolana revela un patrón de dominación imperialista y dependencia estructural que caracteriza también al resto de América Latina. Cada recesión o crisis fue una oportunidad para que el imperialismo reajustara las estructuras: golpes militares, dictaduras “anticomunistas” y políticas neoliberales operaron en función de mantener el control de los recursos estratégicos.

Las intervenciones externas responden siempre a intereses de acumulación transnacional, no a la voluntad de los pueblos. Por ello, la resistencia popular —las movilizaciones obreras, campesinas e indígenas, junto con la organización comunitaria— constituye la principal garantía de autodeterminación. Como señalan los analistas socialistas, la única respuesta viable es articular luchas antiimperialistas con programas socialistas y democráticos a escala regional.

Solo así, los pueblos latinoamericanos podrán romper con la dependencia estructural y orientar sus economías.

La opinión del autor no necesariamente responde a la línea editorial de la Agencia Hondureña de Noticias.

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