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Elaborado por: Lois Pérez Leira
6 jul (AHN) El pasado 6 de julio de 2025, en el pequeño y combativo pueblo de Bonefro, en la región de Molise, Italia, ocurrió algo más que una simple conmemoración cultural. En el marco del IV Encuentro Internacional Tina Modotti, la Federación Democrática Internacional de Mujeres (FDIM) —a través de su vicepresidenta, Ada Donno— proclamó oficialmente el 2026 como el “Año de Tina Modotti”. No es una decisión meramente simbólica. Es un acto de justicia histórica y una poderosa invitación a mirar con otros ojos a una mujer que supo disparar su cámara como quien empuña un manifiesto.
Tina Modotti, nacida en 1896 en Udine, fue mucho más que la compañera de Edward Weston o una fotógrafa de renombre. Fue una militante revolucionaria, una internacionalista apasionada, una artista que eligió la lucha de los pueblos como su horizonte estético y político. Su vida cruzó los caminos del arte, la política y el exilio, dejando una huella que —como su obra— sigue revelándose con el tiempo.
Una figura clave en su vida, tanto afectiva como ideológicamente, fue el revolucionario cubano Julio Antonio Mella, con quien compartió no solo el amor, sino una férrea convicción comunista. Juntos representaron una alianza entre arte y revolución, entre la fotografía que denuncia y la palabra que convoca. El asesinato de Mella en México en 1929 —un crimen político aún envuelto en sombras— marcó profundamente a Modotti. Ella fue señalada, perseguida, pero jamás silenciada. En su dolor, se profundizó su compromiso con las luchas populares y su trabajo en organizaciones como el Socorro Rojo Internacional, del que fue dirigente activa durante la Guerra Civil Española, brindando ayuda a combatientes antifascistas y refugiados.
La relación con Mella revela una Tina Modotti aún más compleja: mujer libre, profundamente política, expuesta a la represión de su tiempo por no ajustarse a ningún molde. Y también nos habla de cómo las luchas revolucionarias de América Latina y Europa estaban, y están, profundamente entrelazadas.
En una época en que la imagen es manipulada hasta la saturación, Modotti nos interpela desde su radicalidad. Sus fotografías no buscaban complacer ni decorar: documentaban la dignidad de los trabajadores, la belleza austera de la vida campesina, la solemnidad de la resistencia. En un México convulso, donde se entrecruzaban muralistas, comunistas y obreros, Modotti capturó la esencia de un momento histórico con una mirada nítida, honesta, revolucionaria. Como escribió el poeta Pablo Neruda en su epitafio: “No era la rosa, sino la espiga lo que tu mano retenía.”
Proclamar 2026 como su año —a 130 años de su nacimiento— es reconocer que la historia de las mujeres no puede seguir siendo un apéndice de la historia oficial. Es un llamado a estudiar, divulgar y emular su compromiso. Es también una oportunidad para denunciar cómo las luchas de las mujeres, de los pueblos oprimidos y de los artistas comprometidos siguen siendo silenciadas o reducidas a meros fetiches culturales.
Este homenaje no nace desde el centro del poder, sino desde las márgenes combativas de una red internacional de mujeres que entienden que recordar a Tina Modotti no es mirar hacia atrás, sino sembrar futuro. Y hacerlo desde Bonefro, desde un rincón del sur italiano, lejos de las grandes capitales, tiene una fuerza simbólica clara: la revolución también se escribe en voz baja, desde los pueblos, desde la memoria colectiva que se niega al olvido.
Ojalá este 2026 nos encuentre mirando a través del lente de Tina: con compromiso, con ternura, con claridad. Que sea un año no sólo de conmemoraciones, sino de movilización, de arte insurgente, de luchas visibles. Que la espiga vuelva a estar en nuestras manos.
La opinión del autor no necesariamente responde a la línea editorial de la Agencia Hondureña de Noticias.
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