Perdón y Participación: Lecciones para un presidenciable

Elaborado por: Elvin J. Guerra

Tegucigalpa, 8 ago (AHN) Desde 1995, cada 9 de agosto se celebra el Día Internacional de las Poblaciones Indígenas. El objetivo de esta proclamación es reconocer la importancia cultural, social y política de los pueblos indígenas y a la vez garantizar el cumplimiento de la Declaración de las Naciones Unidas sobre sus derechos.

La garantía de estos derechos es deber de las instituciones estatales y de las políticas impulsadas por los gobiernos de turno. Un ejemplo paradigmático lo encontramos en el primer gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil, cuyo Ministerio de Cultura revolucionó la concepción de folclore y cultura, rechazando toda visión colonial que anclaba a los pueblos indígenas al pasado y promoviendo la idea de que la cultura es viva y dinámica.

Ahora que nos encontramos en año electivo, hemos escuchado cómo el candidato presidencial del Partido Liberal, Salvador Nasralla ha categorizado a los pueblos originarios como practicantes de brujería, anticristianos, además de ser parte del guion de ateos y del temido comunismo. Escuchar estas aseveraciones no es de extrañar, su superioridad y privilegios le impiden ver las consecuencias de sus palabras, se le olvida fácilmente que la base de nuestra alimentación la sostienen los pueblos originarios, que nuestra identidad tiene su raíz en la espiritualidad de lencas, chortís, tolupanes, garífunas y todo pueblo indígena hondureño.

No es consciente que Honduras es un país pluricultural, rico en lenguas, costumbres, formas de creer y de vivir, coexistiendo en nuestro territorio. Que son los indígenas los guardianes del agua y del bosque, contrario a las transnacionales que vinieron a saquear nuestras tierras, dejando muerte y contaminación por doquier.

En contraste a sus palabras, hoy recordamos las posturas de tres grandes lideres de la iglesia Católica, a saber, de los santos Papas, San Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco. Los tres Pontífices pidieron perdón por los pecados en contra de los pueblos originarios.

En 1992, San Juan Pablo II en República Dominicana reconoció los abusos cometidos por los colonizadores: “con toda verdad los abusos cometidos a la falta de amor de aquellas personas que no supieron ver en los indígenas a hermanos e hijos del mismo Padre Dios”. Y en 2007, de regreso de un viaje apostólico en Brasil, el papa Benedicto XVII nos decía: “no es posible olvidar los sufrimientos y las injusticias que infligieron los colonizadores a las poblaciones indígenas, a menudo pisoteadas en sus derechos fundamentales”.

En el 2015, el papa Francisco, durante su viaje a Bolivia pedía perdón de la siguiente manera: “lo digo con pesar: se han cometido muchos y grandes pecados contra los pueblos originarios de América en nombre de Dios. Lo han reconocido mis antecesores, lo ha dicho el CELAM, el Consejo Episcopal Latinoamericano y también quiero decirlo… …pido humildemente perdón, no sólo por las ofensas de la propia Iglesia sino por los crímenes contra los pueblos originarios durante la llamada conquista de América”.

Este reconocimiento de la Iglesia, es un paso a la construcción de otras miradas que deslegitiman el poder colonizador, que, en el caso de Honduras, se agrupa en las familias que acumulan el poder económico, y con ello, la tierra e incluso, el destino de muchas comunidades indígenas.

Debemos tomar conciencia, que un proyecto político de Estado no se puede basar en la discriminación y la negación de los pueblos indígenas, solamente una propuesta que aumente la representación puede ir derribando estructuras que permitan un cambio real y una participación legitima desde las comunidades.

Hombres que valoren solamente el capital, el imperialismo y la necesidad de explotar nuestros recursos, sin poner en primer lugar a las personas y el medio ambiente, traicionan las enseñanzas del magisterio de la Iglesia, los saberes y la cultura de los pueblos originarios, de todos nosotros los hondureños, que decimos sentirnos orgullosos de nuestra identidad nacional.

El papa Francisco nos dejó un mandato: “en vez de seguir atropellando y discriminado a los pueblos originarios, démosle el lugar que Dios mismo les ha dado”.

La opinión del autor no necesariamente responde a la línea editorial de la Agencia Hondureña de Noticias.

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