• septiembre 13, 2025

Juan Bosch y Bolívar en contexto actual: “EE.UU. inició en el Caribe la política de la subversión organizada”

Elaborado por: Rafael Méndez

República Dominicana 12 sep (AHNEl Caribe ha sido la frontera donde se han medido los imperios, y la reflexión de Juan Bosch lo confirma con claridad profética. En De Cristóbal Colón a Fidel Castro. El Caribe, frontera imperial escribió: “Estados Unidos inició en el Caribe la política de la subversión organizada y dirigida por sus más altos funcionarios, por sus representantes diplomáticos o sus agentes secretos; y ensayaron también la división de países que se habían integrado en largo tiempo y a costa de muchas penalidades”.

Bosch agregó una advertencia de alcance universal: “Estados Unidos fue el último de los imperios… El mundo no acertó a darse cuenta a tiempo de los peligros que había para cualquier país de la tierra en la práctica de cualquiera de esos métodos imperiales, y sucedió que años más tarde la práctica de la subversión se había extendido a varios continentes y el procedimiento de dividir naciones se aplicaba en Asia. Donde durante largos siglos había habido una China, donde había habido una Corea y una Indochina, acabó habiendo dos Chinas, dos Coreas, dos Viet Nam, cada una en guerra contra su homónima”.

Simón Bolívar lo había previsto un siglo antes en su carta al coronel Patricio Campbell, el 5 de agosto de 1829: “Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia para plagar a la América de miserias en nombre de la libertad”. La coincidencia entre ambos testimonios muestra que la política de injerencia no fue un accidente histórico, sino una estrategia de largo aliento.

El Caribe, frontera imperial

El Caribe fue el espacio donde esa política se ensayó con mayor crudeza. La ocupación militar de Haití en 1915, la intervención en República Dominicana en 1916 y la invasión de 1965, así como la ocupación de Granada en 1983, revelan que cada movimiento respondió al mismo patrón: garantizar los intereses de Washington bajo el pretexto de la seguridad hemisférica.

Bosch entendió que esta región no era un área marginal, sino el laboratorio donde se probaron métodos que luego se aplicarían en Asia, África y Medio Oriente. Lo que empezó en el Caribe como subversión organizada se convirtió en estrategia global.

La fabricación de enemigos

En la coyuntura actual, la militarización del Caribe se justifica con nuevos argumentos. Documentos divulgados por el periodista Bruno Sgarzini revelan cómo Washington prepara una ofensiva contra Venezuela bajo la narrativa de “seguridad nacional”. Tanques de pensamiento ligados al trumpismo han convertido la migración en un arma y criminalizan a los migrantes como si fueran soldados de una invasión orquestada.

La reinterpretación de la Ley de Enemigos Extranjeros permite detener y deportar ciudadanos de “países enemigos”, mientras se difunde la tesis de la “migración armada”. El resultado es la construcción de un enemigo interno y externo a la vez, lo que facilita tanto la represión doméstica como la justificación de despliegues militares en el Caribe.
La llamada “amenaza narco-chavista” funciona del mismo modo. Asociar al gobierno venezolano con carteles criminales y grupos terroristas no se basa en pruebas verificadas, sino en la necesidad de legitimar sanciones, bloqueos y operaciones militares. Es una narrativa fabricada que recicla las viejas excusas del anticomunismo de la Guerra Fría.

Venezuela en la primera línea

El despliegue de barcos con misiles, un submarino nuclear y al menos diez naves de combate en el mar Caribe coloca a Venezuela en el centro de la estrategia imperial. El objetivo no es combatir el narcotráfico, sino intimidar y debilitar a un gobierno que se resiste a la tutela externa.

La amenaza, sin embargo, no se limita a Caracas. Informes de seguridad sugieren que incluso México podría ser objeto de “acciones militares suaves” bajo el argumento de enfrentar a los carteles. El libreto es claro: fabricar una amenaza y proyectar una intervención que asegure la hegemonía regional.

Zona de paz en entredicho

La Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños proclamó a la región como Zona de Paz, pero esa aspiración se ve comprometida por la creciente militarización. Cada despliegue estadounidense en aguas caribeñas contradice el espíritu de la CELAC y revive la memoria de las ocupaciones de 1916 y 1965 en República Dominicana, cuando el discurso de la seguridad hemisférica sirvió de excusa para imponer un tutelaje político y militar.
El Caribe enfrenta hoy el mismo dilema que en tiempos de Bosch y Bolívar: aceptar la injerencia disfrazada de cooperación o reafirmar el derecho a la autodeterminación. La memoria histórica no es un ejercicio nostálgico, sino una advertencia sobre los riesgos de repetir errores que ya costaron vidas, soberanía y estabilidad.
El Caribe en la encrucijada

La paranoia del imperio convierte a la región en tablero de guerra. La criminalización de la migración, la fabricación de la “amenaza narco-chavista” y la presencia de buques de guerra frente a las costas caribeñas son expresiones de un mismo libreto.

La vigencia del pensamiento de Bosch y de Bolívar ofrece una brújula para entender y enfrentar la coyuntura. Ambos coincidieron en que Estados Unidos vestiría con ropajes de libertad o seguridad lo que en esencia es dominación. Ambos supieron que el Caribe sería la primera línea de esa política.

Hoy la región vuelve a estar en la encrucijada. Lo que está en juego no es solo la soberanía de Venezuela, sino la posibilidad de que el Caribe consolide un espacio de paz y dignidad. Entre buques, amenazas y narrativas fabricadas, las palabras de Bosch resuenan con fuerza: fue en el Caribe donde se inauguró la subversión organizada del imperio, y es en el Caribe donde hoy se juega la defensa de la soberanía continental.

La opinión del autor no necesariamente responde a la línea editorial de la Agencia Hondureña de Noticias.

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