Congreso hondureño recibe anteproyecto de Presupuesto General de 2026
Elaborado por: Ester Oliva
Tegucigalpa, 25 jul (AHN) Hablar de la construcción de la represa de El Tablón no es solo hablar de un megaproyecto, de cantidades enormes de concreto y agua. También implica abordar una deuda histórica con un sector de la población que ha perdido todo, no una vez, sino repetidamente.
Hablamos de familias que constantemente inician sus vidas desde cero, arrasadas por las lluvias, por los ríos desbordados, por el abandono de los gobiernos anteriores. Para estas personas, lo material ha ido perdiendo valor, porque lo que más duele es ver desaparecer sus recuerdos, sus historias, sus lazos comunitarios.
Ya no se trata solamente de pérdidas materiales. Se trata de traumas psicológicos profundos. Hablamos del nerviosismo y la ansiedad que invade a estas personas cada vez que se anuncia una temporada larga de lluvias. El dolor se ha vuelto cíclico. Y frente a esta realidad, el actual gobierno ha decidido intervenir. Quiere sanar esa herida abierta, esa deuda pendiente.
La represa El Tablón almacenaría unos 255 millones de metros cúbicos de agua y contaría con una cuenca de casi 23 kilómetros cuadrados, operando a unos 178 metros sobre el nivel del mar. Este proyecto no es improvisado. El nuevo diseño técnico está pensado para maximizar la contención de inundaciones en el Valle de Sula, al mismo tiempo que minimiza el impacto social, reduciendo las expectativas negativas en las comunidades afectadas.
El gobierno estima recuperar la inversión en aproximadamente tres años, gracias a los ahorros que representará la prevención de daños por inundaciones. No se trata de una cifra menor: las pérdidas anuales estimadas superan los 95 millones de dólares. Este es un costo que, hasta ahora, ha sido pagado por las víctimas invisibles de cada tormenta: los pequeños comerciantes, los agricultores, los niños sin escuela, los ancianos sin hogar.
Mitigar las inundaciones en el Valle de Sula no es un capricho; es una necesidad urgente. Estamos hablando de una región clave que aporta hasta el 65 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) nacional. Asegurar su estabilidad hídrica es, por tanto, una estrategia de seguridad nacional.
A veces, lo único que hace falta es escuchar. Basta con oír las declaraciones de las verdaderas personas afectadas para entender que el pueblo sí quiere este proyecto. Las críticas que han surgido, en muchos casos, provienen de sectores que se benefician de las consecuencias del desastre: los que ganan contratos de emergencia, los que politizan la desgracia ajena, los que lucran con el caos.
El edil de La Lima, municipio afectado en casi un 98 por ciento durante los huracanes Eta e Iota, lo dijo con claridad: “Toda La Lima fue inundada. Es imposible decirle que no a este proyecto”.
La represa está diseñada para proteger al 85 por ciento del área que rodea el río Chamelecón, reduciendo drásticamente el número de viviendas afectadas. Se estima, además, una reducción del 43 por ciento en las inundaciones que históricamente han devastado el Valle de Sula.
Negarse a este proyecto no es una postura técnica ni ecológica: es, en muchos casos, una decisión ideológica, política o egoísta. Hay que tener valentía para aceptar los cambios, pero más valentía se necesita para apoyar algo que no nos beneficiará directamente, pero que salvará miles de vidas.
Dejemos el egoísmo de lado y apoyemos este proyecto desde la solidaridad. Que El Tablón sea el inicio de una nueva historia: una en la que las lluvias dejen de ser una amenaza y se conviertan, por fin, en una bendición
La opinión del autor no necesariamente responde a la línea editorial de la Agencia Hondureña de Noticias.
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